Ravena no es una de las ciudades más conocidas del norte de Italia, pero en ella se concentran una gran cantidad de edificios declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, ya que es a nivel artístico en una de las ciudades más importantes de Italia y la capital de los mosaicos y monumentos bizantinos.
Las iglesias bizantinas de Constantinopla han sido mutiladas y blanqueadas por los turcos, y de muchas de ellas se hace difícil apreciar su belleza, faltándoles, además de la decoración de mosaicos, los ornamentos litúrgicos que las enriquecían; en cambio, en Ravena, la ciudad italiana a orillas del Adriático, que fue capital del Exarcado, se conservan casi intactas inapreciables joyas del arte bizantino. Ravena fue durante tres siglos como un barrio de Constantinopla.
Su importancia data de la época de Honorio, el hijo de Teodosio. Creyéndose poco seguro en Roma, amenazada por los bárbaros, Honorio trasladó su corte a Ravena, defendida por insanas lagunas y que tenía la ventaja de ser punto, favorable para embarcar, como último recurso, en dirección a los Estados de su hermano Arcadio, emperador de Bizancio.