El reinado de Ramsés II es el más prestigioso de la historia egipcia tanto en el aspecto económico, administrativo, cultural como militar. Fue el gran vencedor de la batalla de Qadesh. Tuvo uno de los reinados más largos que se conocen. Gobernó sobre un mundo en plena transformación. Ramsés II pasó su infancia en Luxor en compañía de sus dos hermanos y sus dos hermanas. Desde pequeño fue educado para heredar la doble corona; un preceptor le enseñaría a escribir y leer, a conocer los astros, matemáticas y geometría rudimentarias así como profundizar en materia religiosa.
Ramsés fue un maestro en el uso de la propaganda, y para engrandecerse a sí mismo. Movido por el deseo de perpetuar su gloria para la eternidad, Ramsés II levantó monumentos por todo Egipto, entre ellos su magnífico templo funerario, el Ramesseum, en la orilla occidental de Tebas.
Da la sensación de que en Egipto no existió ningún rincón donde el rey no estuviera inmortalizado en piedra para asegurar su memoria más allá de la muerte. En Abydos concluyó la obra de su padre Seti y erigió su propio templo; fundó y agrandó santuarios en diversos lugares, entre ellos Tebas, Karnak y Luxor. Para afianzar su presencia en Nubia edificó allí varios templos, entre los que destaca el de Abu Simbel, éste dedicado a Amón, Re-Horakhty, Ptah y al propio Ramsés deificado. Allí, en Abu Simbel, dedicó un templo más pequeño a su esposa Nefertari.
Ramsés II es uno de los faraones más célebres y recordados del antiguo Egipto. Hay miles de leyendas sobre sus hazañas, y también es uno de los más populares porque hay muchas reliquias y recuerdos de sus 66 años en el poder, desde 1279 a. C. hasta el 1213 a. C. Hijo del faraón Seti I y de su esposa Tuya, Ramsés pasó a ser el heredero al morir su hermano mayor, Nebchasetnebet, antes de alcanzar la mayoría de edad. Desde muy pronto estuvo al frente del ejército, y siempre se le ha descrito como un líder astuto.