La decimoquinta edición de “Poetas en el Ateneo”, celebrada el pasado 31 de noviembre, tuvo como protagonista al poeta de Elda Antonio Porpetta. Tras las palabras de Vicente Bosch, “celebrando su venida a Valencia y al Ateneo de tan gran poeta” y las emotivas de Ricardo Bellveser, dirigidas “al entrañable amigo y compañero de aventuras poéticas”, el creador y motor de esta brillante idea y prestigiosa realidad, Vicente Barberá, condujo el acto.
Porpetta es Licenciado en Derecho y doctor en Filología Española, Miembro Correspondiente de las Academias Norteamericana y Guatemalteca de la Lengua Española, así como de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística. Estuvo casado con la poeta y editora Luzmaría Jiménez, fallecida en 2015, de la que guarda un profundo recuerdo.
Su extensa obra abarca poesía, ensayo y narrativa. En poesía ha publicado entre otros los poemarios Por un cálido sendero (Madrid, 1978), La huella en la ceniza (Alicante, 1980); Cuaderno de los acercamientos (Sevilla, 1980); Meditación de los asombros. (Valencia, 1981); Ardieron ya los sándalos (Madrid, 1982); Territorio del fuego (Madrid, 1988 y 1989); Adagio mediterráneo (San Sebastián de los Reyes/Madrid, 1997); Silva de extravagancias (Madrid, 2000); Penúltima intemperie (Antología personal; Como un hondo silencio de campanas (San Salvador, 2005); y La mirada intramuros (Madrid, 2007).
Ha recibido, entre otros, los premios: “Fastenrath”, de la Real Academia Española (1987), “Ángaro” (1980), “Gules” (1981), “Hilly Mendelssohn” (1983), “José Hierro” (1996), “Ciudad de Valencia” de Poesía y de Ensayo en Castellano (1999 y 2003, respectivamente), y los de la Crítica Literaria Valenciana de Ensayo (1996) y de Poesía (2001). En 1987 le fue concedida la "Medalla de Plata" de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles. Pero –afirmó ante una pregunta de Barberá–, el que más le ha ilusionado es el primero de todos ellos, una Mención Honorífica de un certamen poético convocado por un pequeño pueblo murciano, que consistió únicamente en la felicitación personal del alcalde por un poema que fue incluido entre los finalistas.
Desde 1984 viene desarrollando gran parte de su actividad pública en universidades e instituciones académicas y culturales de muy diversos países de los cinco continentes en calidad de conferenciante, lector de poemas y director de seminarios de iniciación poética, además de divulgador de la literatura española; “en más de ciento veinticinco universidades”, afirmó Vicente Barberá. En este sentido, ha merecido destacados reconocimientos, entre ellos la “Llave de Oro” de la ciudad de Smederevo (Serbia), una “Proclama de Honor” de la Presidencia del Condado de Manhattan, por su continuada labor académica y literaria con las comunidades hispanas de Nueva York, y la "Orden de los Descubridores", de la Sociedad St. John's University, New York.
La proyección de la lectura de su poema “Digo amistad” del libro La huella en la ceniza, por parte de Virgilio Fuero, dio paso a las preguntas de Vicente Barberá y del público asistente:
- ¿Una costumbre ligada a tu actividad literaria? –inquiere Barberá.
- Cuando doy por terminado un poema hago sonar una pequeña campana –responde el poeta.
- ¿Una campana?
- Sí, el sonido de campana es como un símbolo que anuncia el cierre de algo y el inicio de otra cosa distinta, pero relacionada con la anterior. Para mí representa el cierre de un poema y la disposición a empezar uno nuevo.
- ¿Qué poeta te gusta más?
- Me gustan muchos poetas, pero no voy a decir ningún nombre. En general, me gustan todos aquellos poetas que sean capaces de escribir un poema o un verso que pueda conmover con su lectura.
La serie de preguntas fue alternada con las intervenciones y comentarios de los asistentes: Pedro J. de la Peña, Mª Teresa Espasa, Vicente Bosch, Mª Carmen Tormo…
Y el acto finalizó con la lectura de poemas. En esta ocasión, no hubo lectura de otros poetas, sino que Antonio Porpetta prefirió recitar él mismo sus propios poemas: “Un día”, “Los ángeles del mar”, “La vieja dama”, “Niños sin azul”, “Cuervos”, “El niño”, “Las sirenas”. Y la verdad es que esta elección fue todo un acierto, porque con su voz profunda, cadenciosa, con una sensibilidad exquisita y un ritmo perfecto, el poeta supo imprimir a cada uno de los poemas y versos el registro adecuado, despertando así las emociones entre el público asistente, como pocas veces se ha hecho.
En definitiva, una tarde poética espléndida. Si hubiera que formular algún reproche quizá cabría este: el Ateneo posee dos aulas de poesía “Aula 1” y “Aula 2”; pero entre el público se vio pocos miembros de una y otra, posiblemente debiera de existir un mayor compromiso por parte de sus poetas hacia este tipo de actos que, sin duda, están marcando una etapa en el ámbito poético valenciano, que es lo mismo que decir, en el ámbito cultural valenciano.
Todo un acierto de Ricardo Bellveser y Vicente Barberá en elegir a Antonio Porpetta para protagonizar una tarde poética que fue todo un lujo no solo para los asistentes, sino también para el propio Ateneo.
Pascual Casañ
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Fotos: José L. Vila