El día martes 19 de abril, a las 19 horas, como es habitual, tuvo lugar en la sala Sorolla del Ateneo Mercantil de Valencia una nueva lectura homenaje a un poeta cántabro, pero afincado en la cultura Valenciana, Pedro Jesús de la Peña.
Introdujo el acto Vicente Bosch con unas palabras de bienvenida a los asistentes y haciendo notar que el Ateneo está apostando fuerte por la poesía y constatando, ante el lleno del salón Sorolla, el creciente buen recibimiento que está teniendo esta iniciativa de poetas en el Ateneo.
Vicente Barberá Albalat propuso un minuto de silencio, que se guardó solidariamente, por las víctimas del terremoto de Ecuador, nuestros hermanos.
Vicente Barberá presentó luego al autor, de quien destacó cuatro características: Pedro Jesús es docente universitario, con ejercicio en Valencia y fuera de España; es investigador, con obras sobre Blasco Ibáñez, Miguel Hernández, Bécquer, etc.; ha sido infatigable viajero y es un escritor completo en narrativa y poesía.
Tras enumerar su extensa obra, destaca su libro “La zarza de Moisés”, una compilación de lo mejor de su poesía.
A continuación Barberá entabla un interesante diálogo con el poeta sobre los requisitos necesarios para la creación poética, como son la inspiración, la imaginación y la sensibilidad. De la Peña se inclina por la importancia de la inspiración que le llega al poeta de afuera de sí mismo, quizá del poderoso creador del universo: el poeta se declara creyente. Pero añade otros requisitos como son la cultura, el leer poesía, y el practicar las reglas de la poesía clásica (Dice que sus poetas favoritos son los romanos, y los clásicos españoles, Quevedo, Lope, y lo que él llama el flujo de la poesía en español. Sin incursionar demasiado en las corrientes modernas, admite influencia de los poetas del 27).
Siguiendo la idea motriz de que el público conozca al autor y no sólo su obra, para aprender de su experiencia vital, se proyectan algunas fotos del poeta con otros autores (Antonio Gala, Carmen Martín Gaite, Félix Grande, José Hierro, Vargas Llosa, Luis Alberto de Cuenca, Gil Albert y César Simón, etc.) que el poeta va comentando. Con ellas se va ilustrando su biografía y sus viajes. También se proyectó una ilustración videográfica del poema “Horquillas”, todo montado y recitado por Virgilio Fuero.
Pero en estos encuentros no puede faltar la lectura de poemas, y siempre es interesante ver la selección que hace el propio autor y las que eligen los lectores, habitualmente del Aula de Poesía I del Ateneo y del “Limonero de Homero”. Entre éstos, Blas Muñoz, tras evocar 50 años de amistad, leyó el poema, “Homenaje sencillo a la belleza” del libro “Teatro del sueño” Por parte del Aula I leyó, Miguel Martínez un poema sobre César Simón, titulado “El viento”.
El poeta quiso, antes de comenzar a leer sus poemas, hablar de poesía y entregarnos su poética que resume fundamentalmente en la inspiración o magia, en el instante glorioso de la creación, en el que surge de nuevo un fuego aparentemente apagado y que es como la zarza de Moisés que arde interminable hasta cuando ya es ceniza. Dice que el poeta pertenece a la clase de hombres que cuidan del alma, con los psicólogos y los sacerdotes. Destaca el valor terapéutico de la poesía. A continuación leyó “Cantidad del fracaso” (quizá poesía para salvación de suicidas) y, tras otra tanda de preguntas, continuó con poemas como el dedicado a la muerte de su padre, del que hizo una emocionada lectura, y confesó no haber admitido todavía su desaparición. Como ejemplo de soneto en alejandrinos leyó “Mapamundi” y nos alertó sobre la pretensión de algunos autores actuales de convertir en poesía cualquier cosa fuera de ciertas normas. Continuó con un poema cómico, “La habilidad de los monos”, que ilustra y critica lo anterior. Y luego con poemas como “El viaje sin fin” o “La casa del padre”, para terminar, ya avanzado el coloquio, con dos poemas sobre uno de sus temas favoritos, su amor por los caballos: “Envejecemos juntos” y “Los caballos”.
Estos poemas y preguntas dieron paso al animado coloquio final, en el que también participó el público. En él cabría destacar las intervenciones sobre las emociones, alegría y dolor, recogidas en los poemas y su valor terapéutico (Chelós), sobre los viajes o la inmovilidad de los poetas (Pessoa, San Juan de la Cruz, Gil Albert, etc. citados por Joaquín Riñón) o sobre la inspiración: Dios inspira el primer verso y los demás hay que escribirlos, pero en todo poema verdadero hay algo de sobrenatural, aunque haya también otros elementos racionales.
La sala se llenó; entre las asistentes se encontraban grandes poetas valencianos, como Teresa Espasa, Blas Muñoz, Pedro José Moreno, Pascual Casany, Ricardo Llopesa etc. y un numeroso grupo de jóvenes alumnos y seguidores del Aula de Poesía I, del Ateneo.
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Reportaje gráfico: José Luis Vila.