Noé y el Diluvio Universal es una de las historias que nos ha llegado hasta nuestros días. Recogida en el Génesis del Antiguo Testamento, es una historia que siempre se ha tratado de contextualizar, para saber si realmente sucedió aquel divino divino, pero lo que sí parece es que este acontecimiento dejó sus huellas y la humanidad ha tratado de seguirlas para buscar respuestas. La historia del Diluvio forma parte del patrimonio religioso universal. Los estudiosos creen que el origen de la historia se encuentra en Mesopotamia, cuando se desbordaban los ríos Tigris y Éufrates, anegaban todo lo que era conocido para los habitantes de la zona, con lo que universalizaban la inundación y creían que el mundo entero estaba bajo las aguas.
El Arca de Noé ha sido siempre un objeto muy buscado por la humanidad. A lo largo de la historia han sido varias sus posibles ubicaciones, pero todas las miradas se han puesto en el Monte Ararat. Desde la antigüedad se han localizado presuntos restos del arca. Ya habló de ello Josefo en el siglo I d. C. Se han fijado varios sitios como el lugar en el que quedó encallada. En Arabia Saudí, en Irán, Armenia... pero el punto preferido de los buscadores es el monte Ararat, en Turquía. Allí han acudido expediciones de lo más variopintas. Incluso el zar Nicolás II envió una. En 2010, una expedición turco-china aseguró haber encontrado restos del arca en el monte Ararat. Dataron la madera en 4800 años a. C., pero varios arqueólogos desacreditaron el hallazgo. De hecho, ningún descubrimiento ha logrado avales suficientes como para que sea medianamente creíble. Tebah, la palabra hebrea que designa al arca, solo aparece en la Biblia de nuevo para nombrar la cesta en la que Moisés se salva en el Nilo.