Óscar Fábrega nos planteó que hay una alta probabilidad de que Jesús y María Magdalena existieran, aunque no necesariamente como los personajes descritos en los evangelios canónicos. La información sobre estos personajes proviene principalmente de los evangelios de Marcos, Lucas, Mateo y Juan, escritos por personas que no conocieron a Jesús y que creían firmemente en su naturaleza sobrenatural. Este sesgo plantea un desafío para aquellos que intentan discernir la historia real de Jesús y sus seguidores, ya que los evangelios mezclan hechos históricos con creencias de fe.
María Magdalena aparece sólo 13 veces en los evangelios, mayormente durante los eventos de la pasión, crucifixión y resurrección de Jesús. Esta presencia es significativa ya que, según la tradición judía del siglo I, las mujeres no podían ser testigos legales en un juicio. Sin embargo, los evangelistas colocan a María Magdalena y otras mujeres como las principales testigos de estos eventos cruciales, lo que sugiere que su papel fue reconocido y respetado en la comunidad cristiana temprana. Esta contradicción podría indicar que las mujeres realmente fueron testigos de estos eventos, ya que, de lo contrario, habría sido más conveniente para los evangelistas mencionar a hombres como testigos.
La tradición cristiana posterior ha asociado a María Magdalena con varias figuras femeninas mencionadas en los evangelios, incluyéndola como la pecadora arrepentida y María de Betania, lo que llevó a una imagen distorsionada de su persona. Esta confusión fue consolidada por el Papa Gregorio I en el siglo VI, quien la identificó como una prostituta redimida. No fue hasta el Concilio Vaticano II en 1969 que la Iglesia exoneró a María Magdalena de estas asociaciones negativas, devolviéndole su estatus como "apóstol de los apóstoles" por su papel en anunciar la resurrección de Jesús a los discípulos. Esta revisión de su papel subraya la importancia de reinterpretar las fuentes históricas para comprender mejor la realidad de los personajes históricos.
Además, abordó la relación histórica y simbólica entre María Magdalena y Jesús según diferentes interpretaciones y textos cristianos, especialmente los evangelios gnósticos. Estos evangelios describen a Jesús como un ser incorpóreo que transmite enseñanzas secretas a sus discípulos, con María Magdalena destacándose como receptora principal de sus mensajes, generando tensiones con otros apóstoles, como Pedro.
Y exploró la figura de María Magdalena en la tradición cristiana y gnóstica, contrastando con las narrativas ortodoxas católicas. Los gnósticos, que tenían creencias distintas sobre la naturaleza de Jesús y la salvación, atribuyeron a María Magdalena un papel especial y simbólico. La discusión incluye referencias a representaciones artísticas y literarias que sugieren una cercanía especial entre Jesús y María Magdalena, como en los evangelios de Felipe y Tomás. También mencionó cómo estos textos y otros, como las obras de Da Vinci, han sido interpretados en el contexto de teorías sobre una posible relación entre Jesús y María Magdalena, aunque estas interpretaciones son debatidas y no aceptadas universalmente.
Las reliquias de María Magdalena
También habló sobre la leyenda de que María Magdalena llegó a Marsella en donde hizo un milagro y éste convierte a muchos marselleses. María Magdalena se retiró a vivir como ermitaña alimentada por ángeles durante 30 años, hasta su ascensión al cielo. Las reliquias de María Magdalena fueron descubiertas por Bernardo Gui, un inquisidor, quien confirmó su autenticidad frente a las reclamaciones de Borgoña. La autenticidad fue disputada por diferentes ciudades francesas hasta que el Papa reconoció las reliquias del sur. El cráneo y otros restos de María Magdalena son venerados hasta hoy.
Posteriormente, la familia Anjou promovió la veneración de las reliquias para fines turísticos y religiosos. Además, se encontraron restos de dos Marías y Sara en Santa María de la Mar, una figura importante para los gitanos. Sara, reconocida como santa por los gitanos, tiene una festividad en la que es vestida con mantones y sumergida en el mar, simbolizando la ayuda que brindó al salvar a los náufragos. La leyenda de Sara y la devoción gitana hacia ella es un elemento cultural significativo en la región.