La Orden del Temple siempre ha sido y será sinónimo de valentía y coraje, de magnificencia y caballerosidad. Caritativos y piadosos, dedicaron su vida y su esfuerzo a defender Tierra Santa y a los peregrinos que a ella llegaban. Participaron en grande batallas junto a reyes y nobles, defendieron fronteras y marcas... en definitiva, dieron hasta la última gota de su sangre para defender a la Cristiandad de los infieles y enemigos de Dios.
Los templarios sin duda alguna fueron merecedores indiscutibles del cielo y de la gloria de Dios, pero en ocasiones, algunos de sus freyres estuvieron más cerca de la tierra e incluso del propio infierno, que de la morada celestial del todopoderoso. Un viaje a través de los votos de castidad, pobreza y obediencia... y como no, de la defensa de la Cristiandad.