Con poco más de una veintena de cuadros, la faceta más explotada de Leonardo da Vinci es la de pintor, pero podemos destacar también su faceta de inventor, ya que su ingenio y su imaginación trascendió al mundo del arte y alcanzó a campos tan distintos como la ciencia, la ingeniería civil y militar, la anatomía o la planificación urbanística.
Leonardo llegó a interpretar con genio y precisión el cuerpo humano, ya que son muy conocidos sus estudios de anatomía. Da Vinci manejaba el escalpelo con la misma habilidad que el pincel. Diseccionó cadáveres durante toda su vida y retrató con detalle órganos como el cerebro, el corazón o un cráneo diseccionado o el útero durante un embarazo, con un feto en posición de nalgas.
También sus códices en donde se recogen infinidad de maquetas de inventos. Es difícil escoger solo uno de los numerosos inventos que Da Vinci diseñó, incluso en el campo de la aviación. Entre sus bocetos se encuentra una aeronave con alas curvas, un planeador con alas móviles, un paracaídas o la primera hélice horizontal. Esta última sería el primer paso para que, varios siglos después, una máquina fuera capaz de elevar un vuelo vertical en 1907.
Pero también fue un inventor de máquinas de guerra y en el campo del armamento, una faceta quizá la más desconocida del genio. Además de una ballesta gigante, un cañón que lanzaba balas en varias direcciones y otros ingenios bélicos, Da Vinci diseñó un tanque con una forma similar a un platillo volante, que incorporaba ruedas que se accionaban con manivelas. Este curioso invento y otros tantos se encuentra en los códices en los que plasmaba sus proyectos.
Y destacabamos la planificación urbana porque este genio renacentista proyectó su ciudad ideal alejada de los viejos e insalubres núcleos medievales de angostas calles, formada por edificios altos y calles subterráneas cuando ni siquiera se había inventado la excavadora. Esta fisonomía es la que hoy presentan muchas de nuestras ciudades, con túneles para el metro y altos edificios de pisos.