La quinta y última sesión del II Seminario de Historia de las Ideas Políticas tuvo por título Las causas de la libertad y de la opresión social según Simone Weil. Una sesión que estuvo a cargo del Prof. Dr. José Alfredo Peris-Cancio y el Prof. Dr. Antonio Lastra.
Simone Weil nació en París en 1909. Se crió en el seno de una familia de origen judío aunque ajena a la práctica religiosa, en un ambiente intelectual y laico. Su hermano, André Weil –quien llegaría ser un reconocido matemático– se convertiría para Simone en un modelo a seguir y quien le enseño a leer. Padeció de una salud precaria toda su vida aunque en los estudios siempre fue avanzada a su edad y también fue precoz en dar muestras de su compromiso social, tanto durante el curso como durante sus veranos, cuando dedicaba parte de sus vacaciones a trabajar en el campo o salir al mar con los pescadores. Quería conocer sus miserias. Estudió filosofía y literatura, fue alumna de Alain (Émile Chartier) en el Liceo Enrique IV, tutoría que se mantuvo incluso después de ingresar en la Escuela Superior Normal siendo primera de su promoción seguida de Simone de Beauvoir. Compaginaba su trabajo de profesora de filosofía en un instituto con su intensa actividad sindical: protestas, manifestaciones, formación y asesoramiento de obreros. Vivía de forma austera con lo equivalente al subsidio y donaba el resto para los parados.
En 1934 escribe sus Reflexiones sobre las causas de la libertad y la opresión social, poco después decide conocer el mundo obrero desde dentro. Dejó su trabajo y se puso a trabajar durante casi un año en una fábrica de la Renault. Vivía de lo que ganaba sin querer recibir nada de sus padres, alojada en condiciones muy pobres.
Cuando estalla la guerra en España, cruza la frontera camino del frente y se alista en la “Columna Durruti”. Dejó un testimonio de la Guerra Civil en su carta a George Bernanos de 1938. Viajó por Europa, a Alemania, Portugal, Italia, donde descubrió el cristianismo, hecho que la marcaría hasta sus últimos momentos de vida. Hasta qué punto hizo suya la religión cristiana es una pregunta que va más allá de si finalmente murió bautizada. Reconoció tener experiencias místicas. Leyó a San Juan de la Cruz. Pero la que le resultaba del todo extraña era la religión judía de la que llegaría a renunciar y rechazar en escritos de un elevado antisemitismo.
En 1940 la familia Weil sale huyendo de Paris camino de Marsella un día antes de que fuese declarada ciudad abierta. En Marsella encontró un periodo de gran actividad de lecturas y escritos. Se fueron en el 1942 a Estados Unidos movidos por su hermano que se había instalado allí, pero Simone no quería ir, sentía estar abandonando Francia, y pronto hizo por volver. Aun así tuvo tiempo de conocer la causa de los negros. Llegó a Londres ese mismo año donde se quedó hasta terminar el encargo de escritura constitucional para la Francia que saliese de la guerra. Fruto de esta etapa son los Escritos de Londres y El arraigo, ensayo político cuyo prólogo a la primera edición inglesa escribe T.S. Eliott. El mismo año de esta publicación se estrena Europa 51 de Roberto Rossellini un comentario cinematográfico a la vida y obra de la propia Simone Weil encarnada por la actriz Ingrid Bergmand, una película que fue vista tanto por el Partido Comunista Italiano como por la Iglesia católica como una traición.
Con esta referencia cinematográfica empieza la última ponencia del II Seminario de ideas políticas. Con la mirada de Rosellini de Simone Weil, una pensadora y activista que dio su voz a los malheurs, que durante toda su vida atendió las necesidades de los desdichados, de los obreros, los pobres, los oprimidos, los marginados. Trabajó en una filosofía del trabajo, del arraigo, de la obligación y de la necesidad. Un espíritu al margen de los partidos políticos, que vivió en búsqueda de la verdad y se encontró con el amor sobrenatural, no de un Dios Todopoderoso más bien de un Dios que se rebaja por amor como el filósofo a la caverna. Creyó en la orientación de las personas hacia el bien, en una civilización constituida por una espiritualidad en el trabajo y contra el desarraigo como única manera de terminar la creación. Fue vista como santa, como héroe de la resistencia, y también como loca. Fue mística, pacifista, sindicalista, anticolonialista, pensadora brillante. Con todo, a su destacada condición de lectora se suma la de haber encontrado a su vez grandes lectores de su obra como es el caso de George Steiner o Albert Camus, su primer editor y quien la incluirá en el catálogo de Gallimard en cuya edición crítica se sigue trabajando.
Su activismo político marcará su vida y su “conversión” al cristianismo marcará su muerte. Su voz se apagó en 1946, a la pronta edad de 34 años, en un sanatorio cerca de Londres, presa de la tuberculosis y de la inanición, puesto que sólo comía lo que pensaba que comía un soldado del frente.