La Antigua Roma era una auténtica "civilización del espectáculo". El entretenimiento era uno de los ejes fundamentales de la actuación del Estado. Los combates de gladiadores y las carreras de carros se multiplicaban cada vez en la Roma Imperial.
A este respecto, Fernando Lillo Redonet, un gran conocedor y divulgador del mundo clásico, ya se ocupó del mundo de los gladiadores en la conferencia que ofreció en el Ateneo Mercantil, pero ahora nos trae un interesante trabajo sobre el mundo del circo romano, Hijos de Ben-Hur, centrado sobre todo en las carreras de carros que tenían como escenario principal el Circo Máximo.
Fernando Lillo, doctor en Filología Clásica por la Universidad de Salamanca, escritor y colaborador en Historia National Geographic y Arqueología e Historia, nos metió de lleno en las carreras de carros en el circo romano, ya que dramatizó una crónica de las carreras de carros en la Antigua Roma. El espectáculo empezaban cuando se bajaba el pañuelo blanco, momento en el que se producía un tremendo bullicio desde público que animaba a sus corredores. Las carreras de carros se convirtieron por su importancia y por el espectáculo que traían en lo que hoy sería el 'circo' de la Fórmula 1.
El lugar más peligroso del gran circo era las dos zonas de giro, ya que los circos eran relativamente estrechos y al girar se podían producir choques entre los carros o contra las columnas. La spina dividía longitudinalmente a la arena, aunque no seguía exactamente el eje ni tampoco estaba situada en el medio. El ganador era aclamado por el público y recibía su premio.
A los equipos se les llamaba factio y se diferenciaban por el color de sus túnicas (roja, verde, blanca, azul) y a los corredores se les conocía como aurigas. El público tenía corredores favoritos según el color de la túnica.