La conferencia de Jorge Manuel Rodríguez abordó el debate sobre la autenticidad de la imagen de Jesús que se conoce como el "santo rostro de la Verónica". En la tradición occidental, se cree que una mujer llamada Verónica enjugaría el rostro de Jesús durante su camino hacia la crucifixión, dejando su imagen impresa en un velo. Sin embargo, este relato no está presente en los Evangelios, lo que plantea dudas sobre su veracidad histórica. La estación del viacrucis que representa este evento es relativamente tardía, con sus versiones más consolidadas apareciendo solo a partir del siglo XV. Existen diversas versiones anteriores, como la atribución del retrato a San Lucas o a la hematidrosis de Jesús, que ilustran la variedad de tradiciones en torno a la imagen.
Además, Jorge Manuel examinó la diversidad de relatos sobre la identidad de Verónica, sugiriendo que su nombre podría ser más una referencia a su función que a una denominación específica. Se mencionan varias versiones, desde la idea de que podría ser la hemorroisa curada por Jesús hasta la suposición de que pudiera ser una mujer noble o incluso una princesa. Algunas fuentes apócrifas y visiones místicas, como las de Ana Catalina Emeric, aportan detalles extensos pero no siempre coinciden con la tradición establecida.
Asimismo, también introdujo la discusión entre la postura oficial de la Iglesia y la crítica moderna sobre la autenticidad de la Verónica. La postura oficial considera venerable el relato del viacrucis, aunque algunas críticas, especialmente las protestantes, cuestionan la veracidad histórica del evento. Eusebio de Cesarea, en el siglo IV, muestra reticencias hacia la creación de imágenes de Jesús, lo que sugiere una actitud cautelosa hacia la representación visual de lo sagrado en los primeros tiempos del cristianismo.
Jorge Manuel mostró la discusión de la existencia de varias versiones de la Santa Faz, destacando tres ejemplos prominentes: la Verónica del Vaticano, la Santa Faz de Alicante y el Santo Rostro de Jaén. Cada una de estas reliquias es considerada por algunos como una representación auténtica del rostro de Cristo, pero todas estas imágenes son en realidad iconos pintados y no reliquias verdaderas. A menudo, estas reliquias se confundían con el relicario que las contenía, y se mencionan ejemplos históricos donde los peregrinos llevaban copias de estas imágenes como recuerdos.
Además, se profundiza en la tradición oriental relacionada con la imagen de Jesús, enfocándose en la leyenda del Mandilón o Sudario de Edessa. Según las leyendas orientales, la imagen de Jesús fue creada cuando Él mismo imprimió su rostro en una tela para ayudar al rey Abgar de Edessa, quien había solicitado una representación de Cristo. Esta imagen oriental es la base de muchas de las imágenes conocidas en Occidente y que la historia de la Verónica podría ser una adaptación de esta tradición oriental a la cultura occidental, especialmente a través de las Cruzadas y los peregrinajes.
La imagen de Edessa, también conocida como el Mandilón, fue venerada y preservada incluso durante el dominio musulmán. A pesar de las luchas iconoclastas en el Imperio Bizantino que afectaron la veneración de íconos, la imagen de Edessa fue respetada y finalmente trasladada a Constantinopla. Este evento se conmemoró con una fiesta religiosa y se mantuvo una fuerte tradición sobre la autenticidad de esta imagen, la cual es vista como una de las representaciones más antiguas y veneradas del rostro de Jesús en la historia cristiana.
En el año 944, se registró una homilía en la que se alababa la imagen de Edessa, que mostraba el rostro de Cristo. Esta imagen había sido embellecida por las gotas de sudor y sangre de la agonía de Cristo. La tesis doctoral de Jorge Manuel sostiene que la imagen de Edessa era en realidad la Sábana Santa doblada, que contenía gotas de sangre en el rostro y la herida del costado, y que se presentaba con un manto de oración judío y un manto dorado persa para ocultar el cuerpo desnudo de Cristo, ya que tal representación era inaceptable para los bizantinos.
A lo largo del tiempo, la imagen de Edessa, que había sido colocada en una caja relicario en la iglesia de Santa María de Faros en Constantinopla, fue disociada de su contenido cuando los cruzados la saquearon en la Cuarta Cruzada. Esta disociación llevó a que se crearan dos tradiciones iconográficas distintas: una que seguía el diseño del relicario, y otra que mantenía la representación del contenido, es decir, la tela. La imagen que los bizantinos copiaron de la tela se mantuvo en la tradición de la Verónica y el Santo Rostro, confirmando que la imagen de Edessa, en efecto, era una representación auténtica del rostro de Cristo, basada en la Sábana Santa de Turín.