La rivalidad entre Leonardo da Vinci y Miguel Ángel Buonarroti es un tema fascinante que refleja no solo la competencia entre dos titanes del Renacimiento italiano, sino también la dinámica cultural y política de la época. Desde la antigüedad, como con los pintores griegos Tímidas y Eufracio, hasta la Florencia del siglo XVI, la competencia entre artistas ha sido una constante. Esta rivalidad no sólo involucraba a los artistas, sino también a las ciudades, familias poderosas e instituciones que los patrocinaban, buscando siempre destacar sobre sus rivales.
Leonardo da Vinci, conocido por su versatilidad como pintor, inventor e ingeniero, y Miguel Ángel, famoso principalmente por su escultura aunque también por sus obras arquitectónicas y pictóricas, son ejemplos paradigmáticos del "hombre del Renacimiento". Leonardo se destacó con obras como "La Última Cena", mientras que Miguel Ángel dejó su marca indeleble con esculturas como "El David" y "La Piedad", además de su trabajo en la Capilla Sixtina y la cúpula de San Pedro del Vaticano. Ambos artistas encarnaron el ideal renacentista de la búsqueda del conocimiento y la perfección artística.
La personalidad y el estilo de vida de estos dos artistas eran marcadamente diferentes. Leonardo, detallista y amante de la ciencia, prefería la comodidad y elegancia, mientras que Miguel Ángel, más impulsivo y austero, se dedicaba casi exclusivamente a la escultura, despreciando la pintura que Leonardo tanto valoraba. Esta diferencia en enfoques y temperamentos alimentó su rivalidad. Miguel Ángel, con su naturaleza apasionada y su formación desde la infancia en un ambiente de trabajo con mármol, contrasta con la visión más cerebral y multifacética de Leonardo.
La rivalidad no solo era personal, sino también pública y documentada por contemporáneos como Giorgio Vasari y el Anónimo Gaddiano. Un famoso episodio en Florencia involucró a ambos en una discusión sobre una obra de Dante, donde Miguel Ángel no perdió la oportunidad de humillar a Leonardo al mencionar su incapacidad para completar una monumental escultura ecuestre. Este tipo de enfrentamientos ilustraba la intensidad de su competencia y las complejidades de sus respectivas reputaciones.
Además de su rivalidad, ambos compartían orígenes humildes en pequeñas aldeas de la Toscana y experimentaron traumas relacionados con la figura materna. Leonardo fue separado de su madre a temprana edad, mientras que Miguel Ángel perdió a la suya siendo niño. Ambos encontraron en Florencia un ambiente propicio para su formación artística, entrando en talleres y eventualmente en la órbita de los poderosos Medici. Esta formación temprana y sus respectivas trayectorias en Florencia moldearon significativamente sus estilos y sus obras, reflejando la riqueza intelectual y cultural de la ciudad renacentista.
La Sala de los Quinientos
Dos de las obras más famosas de la sala, aun no habiendo apenas existido, son de Leonardo y Miguel Ángel. En la época de la República de Florencia, en los primeros años del siglo XVI, la Signoria (el gobierno de la ciudad) encargó decorar la sala con dos enormes frescos: la Batalla de Anghiari, de Leonardo da Vinci (que quedó sin terminar) y la Batalla de Cascina, de Miguel Ángel (que ni siquiera llegó a empezar). Ambas pinturas debían cubrir las enormes paredes laterales de la sala, en un magnífico ejercicio de propaganda política por parte del gobierno de la República, ya que ambas fueron batallas ganadas por Florencia (la de Anghiari, en una coalición liderada por Florencia, contra Milán y la de Cascina contra Pisa).
Existen una serie de eventos en torno a la creación del Salón de los 500 en Florencia, donde Leonardo da Vinci y Miguel Ángel Buonarroti fueron convocados para pintar murales. Leonardo recibió el encargo de Francesco del Giocondo para pintar un retrato de su esposa, pero tuvo que posponerlo debido a otros compromisos, especialmente el regreso a Milán para terminar "La Última Cena". Al regresar a Florencia, encontró apoyo de Maquiavelo para su proyecto de desviar el río Arno y también para pintar la Batalla de Anghiari en el Salón de los 500. Sin embargo, la competencia entre Leonardo y Miguel Ángel fue intensa, y aunque ambos presentaron sus cartones, ninguno completó sus murales.
En la parte final de la conferencia también se destacaron los retos técnicos a los que se enfrentó Leonardo al experimentar con nuevas técnicas de pintura, lo que llevó al deterioro de su obra. A pesar de esto, su influencia perduró, y se cree que parte de su mural está oculto detrás de los paneles pintados por Giorgio Vasari. Miguel Ángel, por su parte, se dedicó a esculpir el David, rechazando las opiniones que desestimaban el bloque de mármol con el que trabajó. La comisión decidió colocar el David frente al Palacio de la Señoría, pese a las objeciones de Leonardo, quien recomendaba un lugar más protegido. La rivalidad y la admiración mutua entre los dos maestros llevaron a una competencia que enriqueció el arte florentino.
Finalmente, se reflexionó sobre la evolución personal y artística de ambos genios. Miguel Ángel, a medida que envejecía, mostró una mayor comprensión de sus errores y una madurez que lo distanció de la intensa rivalidad con Leonardo. La adquisición de la propiedad de los Giocondo por parte de Buonarroti sugiere una búsqueda de la paz y serenidad que Leonardo había capturado en su retrato de Lisa Gherardini. A pesar de los desafíos y la pérdida de sus obras originales, la influencia de estos artistas perduró, incluso en obras modernas como el "Guernica" de Picasso.