En la Exposición Universal de París de 1889 un grupo de pintores escandinavos irrumpió con fuerza y revolucionó el mundo del arte con una nueva forma de entender el paisaje. Fueron muchos pero Zorn y Kroyer son los que más profundizaron en nuestro pintor más ilustre, Joaquín Sorolla. Once años después de aquella Exposición Universal de París, Sorolla los conoció y la pintura del valenciano cambió a partir de 1900. Ellos llevaron a Sorolla a la playa, su paleta de colores se aclaró y su luz se matizó. Es evidente que algunas de las obras de Sorolla tuvieron la influencia de estos dos artistas escandinavos que trataron como nadie el agua en movimiento, la luz, los efectos, las sombras y los reflejos en el mar.
La pintura de Velázquez fue clave en los pintores nórdicos y hasta que éstos admiraron al genial pintor español, Sorolla no supo mirar a Velázquez como debía. La inmediatez, la cotidianidad y la verosimilitud eran las características que más admiró Sorolla en la pintura de Velázquez, y quedaron impresas en su propia obra.
La producción de cuadros de Sorolla desde que conoció a estos pintores escadinavos cambió de la noche a la mañana. Las influencias de estos geniales pintores de la luz y de la iluminación hicieron que en Sorolla se repitieran escenas cotidianas de los artísticas nórdicos: desnudos al aire libre, mujeres bañándose en las aguas del archipiélago sueco que luego se reprodujeron en las aguas de Jávea, Valencia e incluso de Biarritz. Niños jugando en la playa, pescadores en la orilla del mar, pescadoras, paseos de mujeres por la orilla de la playa...