La llegada de Roma a la Península Ibérica en el siglo III a.C se debe en un primer momento a la presencia cartaginesa en estas tierras, en el contexto de las guerras púnicas. Con la llegada de los cartagineses a la Península Ibérica en busca de provisiones tras su derrota en la primera guerra púnica los territorios de la futura Hispania se convirtieron en el escenario de las dos siguientes guerras entre Roma y Cartago.
La conquista romana de la península se inicia en la segunda guerra púnica contra Cartago por el Mediterráneo occidental. Esta progresiva conquista se desarrolló en tres fases: La conquista de la fachada mediterránea, los valles del Ebro y del Guadalquivir con el propio emperador Octavio Augusto al frente en las guerras.
Carlos Precioso Estiguin, licenciado en Derecho y en Geografía e Historia por la UV y especialista en Historia Militar, nos desgranó cómo se fueron sucediendo los acontecimientos. En apenas unas décadas, Roma se asomó al Mediterráneo y se convirtió en amo de medio mundo. Pero para ello tuvo que enfrentarse a uno de los más grandes estrategas del mundo antiguo, Aníbal y a una potencia decidida a plantarle cara, Cartago.
La península ibérica y sus habitantes contemplarían con sus propios ojos el poderoso choque entre Roma y Cartago en la Segunda Guerra Púnica, que quedaría marcada a fuego en la psique romana. El desembarco de Cneo Escipión en Emporion en 218 a. C. tendría unas consecuencias que ninguno de los coetáneos podría haber imaginado.