La arqueología de los campos de batalla es una disciplina que estudia los restos materiales de las guerras pasadas para entender mejor estos eventos históricos. A pesar de las numerosas lecciones que las guerras pasadas nos han dejado, la humanidad sigue enfrentándose a conflictos bélicos, como lo demuestran las situaciones actuales en Oriente Próximo y Ucrania. La arqueología de la guerra comenzó formalmente en el siglo XVII y se consolidó en el siglo XX con figuras como Mortimer Wheeler, quien combinó su experiencia militar con la arqueología, destacando la relación estrecha entre ambas disciplinas.
El estudio científico de los campos de batalla se formalizó en 1983 en Little Big Horn, donde un incendio permitió un análisis arqueológico detallado de la batalla entre el teniente coronel Custer y las tribus indígenas. Este evento marcó el inicio de una nueva rama de la arqueología que se dedica al estudio de los conflictos armados. La investigación en estos campos de batalla ha permitido comparar restos materiales con narraciones históricas, enriqueciendo nuestro conocimiento sobre estas confrontaciones.
La arqueología de los campos de batalla se ha expandido para incluir estudios de conflictos prehistóricos, la Primera Guerra Mundial, y la campaña de Napoleón en Rusia, entre otros. Esta disciplina ha cobrado relevancia en el ámbito anglosajón, donde incluso es considerada una cuestión de estado por el simbolismo de ciertos sitios. En España, también se han realizado importantes investigaciones en campos de batalla de la Guerra Civil, como la Batalla de Brunete, lo que demuestra la creciente importancia de esta disciplina.
Uno de los principales desafíos en la arqueología de campos de batalla es la carga emocional asociada, especialmente en conflictos recientes como la Segunda Guerra Mundial. Ejemplos como Normandía y el campo de batalla de Masada muestran cómo los restos de estas confrontaciones se convierten en lugares de memoria y conmemoración, a veces generando controversia sobre cómo deben ser recordados los diferentes bandos. La distancia temporal puede reducir esta carga emocional, pero sigue siendo un factor a considerar en la investigación.
La arqueología de campos de batalla no solo nos ofrece una visión más detallada de las tácticas y los movimientos militares, sino que también contribuye a la memoria histórica y al turismo cultural. Proyectos como los de Teutoburgo y Hastings han creado museos y centros de interpretación que educan al público sobre estos eventos históricos. En España, iniciativas similares están en marcha en lugares como los Arapiles y Paredes de Buitrago, resaltando la importancia de valorar y preservar este patrimonio arqueológico.