Antonio Pérez Henares nos trajo una conferencia en la que se destacó la transmisión oral de la literatura, particularmente del Cantar de Mio Cid, destacando la habilidad de los juglares, quienes aunque a menudo analfabetos, transmitieron con gran precisión y belleza narrativa las historias épicas. Una precisión tal que el Cantar de mio Cid describe a la perfección las geografías y eventos sucedidos, sugiriendo que los autores tenían un profundo conocimiento de las áreas descritas. Este poema épico es comparado con las obras de Homero en su capacidad para contar la historia en verso, convirtiéndose en un relato que ha trascendido a la historia y se ha convertido en leyenda.
Además, reflexionó sobre la importancia de los juglares en la cultura española y cómo estos artistas itinerantes llevaron noticias y entretenimiento a diferentes estratos sociales, desde las ferias rurales hasta las cortes reales. Los juglares también fueron vistos como una especie de periodistas medievales, trayendo tanto buenas como malas noticias, y a veces participando en actividades de espionaje para los nobles. Y es que, la Edad Media, a pesar de ser retratada a menudo como un periodo oscuro, también fue un tiempo de ferias y festividades donde los juglares jugaron un papel vital en proporcionar momentos de alegría y cultura.
Así, los juglares, con su capacidad para emocionar y educar a través de sus historias, ayudaron a formar la cultura colectiva de España y otras regiones hispanas. A través de ejemplos históricos y personales, Antonio Pérez Henares nos mostró cómo el Cantar de Mio Cid y otras obras épicas han sido fundamentales en la formación de la identidad cultural española. Y destacó la importancia de la emoción en la transmisión de estas historias, lo que ha permitido que permanezcan vivas en la memoria colectiva a lo largo de los siglos.
Rodrigo Díaz de Vivar, conocido como El Cid, tuvo dos hijas, María y Cristina, y un hijo llamado Diego Rodríguez. Diego mandaba la mesnada del Cid en Valencia y murió en la batalla de Consuegra defendiendo al rey Alfonso. Las hijas de El Cid tuvieron matrimonios relevantes: María se casó con un conde que más tarde sería parte de la corona de Aragón, y Cristina se casó con un infante navarro, García Ramírez, quien restauró la corona de Navarra. Este enlace consolidó el linaje del Cid en la nobleza europea, con descendientes que jugaron roles significativos en la historia de España.
La narrativa épica del Cantar de Mio Cid, escrita en 1207, mezcla historia y leyenda para enaltecer a Castilla en un contexto de amenaza constante por parte de los musulmanes almorávides. El poema sirvió como propaganda para fortalecer la moral y la unidad de Castilla y Aragón. Aunque contiene elementos ficticios, refleja la necesidad de un relato heroico que inspirara a los guerreros cristianos en su lucha contra los invasores. La obra se convirtió en una herramienta para unir y preparar a las tropas castellanas y aragonesas para futuras batallas cruciales, como la de Las Navas de Tolosa.
En definitiva, además de la historia bélica y familiar de El Cid, Pérez Henares nos destacó la importancia de los juglares en la Edad Media. Estos artistas no solo entretenían, sino que también transmitían relatos históricos y leyendas a través de sus canciones y narraciones, siendo esenciales para la difusión de la cultura y la identidad de la época. El legado de El Cid y la influencia de los juglares muestran cómo se entrelazaban historia, leyenda y literatura para construir una identidad colectiva y fomentar el patriotismo en tiempos de adversidad.