En el año 79 d.C., el monte Vesubio hizo erupción, sepultando las ciudades romanas de Pompeya, Herculano y Estabia, entre otras. Estas ciudades quedaron herméticamente selladas, preservando su estado original sin alteraciones modernas, a diferencia de otras ciudades como Roma o Valencia. Los yacimientos arqueológicos desenterraron edificios, calles, y objetos, proporcionando una ventana excepcional a la vida en la antigua Roma y revelando detalles que no se encuentran en otros lugares.
Algunos supervivientes de la erupción intentaron regresar para rescatar bienes o buscar a sus seres queridos sepultados, pero es incierto si las excavaciones encontradas fueron hechas por romanos o en épocas posteriores. Sin embargo, estas ciudades nunca desaparecieron de la memoria colectiva y su existencia fue mencionada por autores griegos y romanos. Un mapa del siglo XII marcaba su ubicación correctamente, y en el siglo XV se hicieron algunos descubrimientos casuales de materiales antiguos.
El redescubrimiento formal comenzó en 1738 con excavaciones lideradas por ingenieros militares como Juan Antonio Medrano y Joaquín Alcubierre. Estos ingenieros desconocían inicialmente la magnitud de los yacimientos y trabajaban en condiciones difíciles, enfrentando problemas respiratorios y oculares. Alcubierre descubrió importantes hallazgos como el teatro de Herculano y varios cadáveres en Pompeya. Pese a las duras condiciones, no hubo accidentes mortales en sus 18 años de trabajo.
Las excavaciones en Pompeya y Herculano revelaron tesoros arqueológicos que interesaron tanto al rey Carlos III de España como a su sucesor, Fernando VI. El rey Carlos promovió la protección y la catalogación de estos hallazgos, impidiendo su exportación y asegurando su preservación en el Museo de Nápoles, inaugurado en 1778. Estas medidas sentaron las bases para la conservación del patrimonio arqueológico.
Joaquín Alcubierre dirigió las excavaciones hasta su muerte en 1780, dejando un legado de descubrimientos significativos que transformaron la comprensión de la vida romana. A pesar de sus limitaciones y falta de formación arqueológica, sus contribuciones fueron inmensas, y su trabajo continúa siendo reconocido hoy en día.