En esta conferencia del Ciclo Grandes Maestros de la Pintura Universal hablamos del siglo XVII. D. Amando García se enfrentó a la dificultad de seleccionar a los pintores más representativos debido a la abundancia de artistas de gran valía en ese periodo. El siglo XVII es fascinante, especialmente por el esplendor del Barroco, y sienta las bases para importantes cambios en los siglos XVIII y XIX. Durante este periodo, se consolidan las academias de Bellas Artes en ciudades europeas como París y Madrid, estableciendo normas y directrices para la representación artística, destacando el retrato, las escenas históricas y los interiores intimistas.

El Barroco tardío, a menudo llamado Rococó, es ejemplificado por François Boucher, quien se destaca por su tratamiento de la luz y los detalles en sus obras. Boucher aborda una variedad de temas, desde escenas familiares hasta mitológicas, y sus obras se conservan en importantes museos como el Louvre y el Hermitage. La "Escena Pastoral" y "El Dios Mercurio y las Ninfas" son ejemplos de su habilidad para combinar el dibujo detallado y el uso del color, creando composiciones de gran calidad y realismo idealizado.

El análisis también incluye obras neoclásicas de Jacques-Louis David, como "El Juramento de los Horacios" y "La Muerte de Sócrates", que destacan por su retorno a la antigüedad clásica y su detallada representación de personajes y escenas históricas. David, como principal representante del neoclasicismo, utiliza una iluminación precisa y una composición cuidada para enfatizar la importancia de estos episodios históricos. Estas obras se encuentran en museos como el Louvre y los Museos Reales de Bellas Artes de Bélgica.

Francisco de Goya, otro gran maestro del periodo, es conocido por su capacidad de capturar tanto la belleza como el dramatismo de la realidad. Obras como "La Maja Desnuda" y "La Familia de Carlos IV" demuestran su habilidad en el retrato, mientras que "La Carga de los Mamelucos" y "Los Fusilamientos del 3 de Mayo" reflejan la brutalidad de la guerra con un realismo impactante. Goya, aunque inclasificable en un solo estilo, representa una transición entre el neoclasicismo y el romanticismo, y sus obras se conservan en el Museo del Prado.

Finalmente, se abordó la obra "El Aquelarre" de Goya, que se aparta de las normas académicas y abre el camino hacia la modernidad. Esta pintura, con su enfoque en lo sobrenatural y lo oscuro, refleja la capacidad de Goya para innovar y explorar nuevos territorios artísticos, prefigurando el romanticismo y las futuras corrientes artísticas del siglo XIX.

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