Una intervención brillante y clarificadora. Martínez Roda, comenzó disertando sobre el concepto de nación para después reseñar el carácter moderno de nacionalismo.
En primer lugar destacó las dos acepciones que la RAE menciona acerca de la nación. La más clásica y autorizada: "Conjunto de los habitantes de un país regido por el mismo Gobierno"; y la más controvertida: "Conjunto de personas de un mismo origen y que generalmente hablan un mismo idioma y tienen una tradición común". Como destacó, ambas son contrarias, aunque la RAE las recoge por ser las usadas comúnmente.
Fueron los franceses, especialmente Juan Bodino quien, a finales del siglo XVI, escribió en los "Seis libros de la República" una teoría del Estado; y definió por vez primera que la nación es un territorio soberano regido por una autoridad soberana: tiene el poder supremo no limitado por la ley; un poder no limitado por otro poder
Más tarde, ya en el inicio de la revolución francesa el concepto de soberanía se transforma. En el asalto a las Tullerías, los que quieren entrar, los revolucionarios, gritan "viva la nación"; los que defienden al monarca, gritan "viva el rey". En este ambiente revolucionario Emmanuel-Joseph Sieyès, fue quien mejor definió el concepto de nación en su opúsculo ¿Qué es el tercer estado? En él se indica el concepto moderno de nación: la soberanía. La soberanía es una, indivisible y pertenece a la nación. El tercer estado es todo. La nación es soberana.
Pero es en la época romántica, en donde el concepto de nación adquiere un nuevo sentido, de la mano de Fichte quien en el "Discurso a la nación alemana" da un giro al concepto de nación: ya no se trata de la soberanía de la nación mediante un estado: pueblo territorio y estado; sino que habla de nación en el sentido romántico:
"personas que tienen un mismo origen, que hablan un mismo idioma y tienen costumbres comunes, aunque no tengan propiamente estado. Esto dará lugar a los subsiguientes nacionalismos que originarán otros estados: Alemania, Italia, etc. que hasta este momento eran un mosaico de territorios y gobiernos dispares".
Fichte alteró el concepto de nación unido a la soberanía y vio en la lengua y usos comunes el origen de la nación, porque los une y ahí radica su fuerza: la nación es previa al logro de la constitución de un Estado y, por tanto, a la soberanía. Esta subversión es lo que inició el movimiento nacionalista propiamente dicho. Desde entonces, el nacionalismo, a partir de la construcción de una "identidad", ha utilizado la palabra nación como lo hizo Fichte y se han propuesto definiciones que han oscurecido el concepto de nación, a pesar de que para la ONU y el Derecho Internacional es claro: la nación requiere población, territorio y Estado soberano. Para Fichte y los románticos, las palabras claves que definen la nación son: etnia, lengua, tradición. No importa ya el estado previo, ni tampoco la historia. Es la construcción de la nación desde la voluntad de poder.
De este oscurecimiento, provienen, entre otras, las guerras que asolaron Europa: desde la franco-prusiana de 1970 por la disputa de Alsacia y Lorena, de habla alemana y sometidas la soberanía francesa; a la primera guerra mundial, donde el nacionalismo se exacerba e implosiona; y la segunda guerra mundial por mor de la superioridad de la raza aria y el expansionismo alemán.
También fue otro francés, Carré de Malberg quien a finales del siglo XIX publicó su "Contribución a la teoría general del estado", en la que formuló su teoría de la fundación de los estados y distinguió tres modelos:
- Modelo Unitario (por ejemplo, España); en el que hay un único sujeto constituyente: el pueblo español.
- Estado Federal (por ejemplo, Alemania): en el que varios estados se funden en un único estado; y una vez adherido, ya no se puede separar.
- Estado Confederal (por ejemplo, Suiza): en el que teóricamente cualquier estado de la confederación puede abandonarla. Sin embargo, en la historia esto no ha sucedido. En la propia Suiza cuando los estados del sur quisieron independizarse, los del norte no lo consintieron y dio lugar a la guerra civil de Sonderbund. Por tanto, en la práctica, una confederación funciona como una federación.
Después de la disgregación de la URSS se logró una confederación de Estados Independientes que quedó en agua de borrajas: se deshizo como azucarillo en agua.
El caso de España es paradójico. La constitución española recoge en el artículo 1º, 2) que "la soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado". Sin embargo, en el título VIII de la constitución se reconocen las autonomías, aunque los estatutos de las autonomías han de ser aprobados por las cortes generales. En el artículo 2º de la constitución también se lee que "la Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas".
Es claro, disertó el conferenciante, que la inclusión de la mención de "nacionalidades" crea confusión terminológica; pues nadie sabe exactamente en qué consiste, y, por tanto, desde el punto de vista jurídico, es un concepto vacío.
Hizo lógicamente mención al nacionalismo que ha azotado y azota la península ibérica, especialmente el nacionalismo vasco y el catalán; y el intento de crear de la "nada" un estado soberano, bien por la violencia armada (ETA, en el caso vasco); bien por la instrumentalización perversa de la autonomía para "desengancharse" del Estado español, de modo unilateral, en el caso catalán (las llamadas leyes de desconexión). Y frente al problema del nacionalismo, citó a Ortega y Gasset y su famosa "conllevancia" respecto al nacionalismo vasco y catalán: asumirlo como un hecho sin prestarle mayor relevancia.
Por último, se refirió al término patria. Según la RAE, "patria es la tierra natal o adoptiva ordenada como nación, a la que se siente ligado el ser humano por vínculos jurídicos, históricos y afectivos"; además de ser el lugar (ciudad, región país, continente, etc.) en el que se ha nacido. La patria se diferencia de la nación precisamente en que carece de soberanía. Por eso se puede decir que "mi patria es Valencia, España, Europa, el mundo"; pero no que mi "nación sea Valencia, Europa, etc.". La diferencia es pues la soberanía. Si algún día se formara los Estados Unidos de Europa, España dejaría de ser nuestra nación y en el pasaporte no se pondría nacionalidad española, sino nacionalidad europea.