El piloto y escritor Miguel Labrador desveló este martes en el Ateneo Mercantil de Valencia su propia vivencia junto a la base militar más secreta del mundo: el Área 51, en Nevada (EE. UU.). Bajo el título “Grandes Enigmas del Área 51”, el también aventurero compartió con el público su testimonio en una conferencia que despertó gran interés entre los asistentes.
En diciembre de 2011, durante un viaje por la costa oeste de Estados Unidos, Labrador decidió acercarse a los alrededores del Área 51 junto a un amigo. “Lo que vimos aquella noche no lo había visto nunca en el cielo”, aseguró con firmeza. Fueron tres los fenómenos luminosos que presenciaron y que, a pesar de lo inusual, él atribuye a tecnología terrestre: “Estoy convencido de que era algo nuestro, pero muy avanzado”.
A lo largo de la conferencia, el piloto turolense contextualizó el papel histórico del Área 51, una instalación militar envuelta en secreto desde la Guerra Fría, y vinculada a proyectos de alta tecnología aeronáutica. También repasó casos emblemáticos como el incidente de Roswell o las declaraciones del astronauta Edgar Mitchell, quien llegó a afirmar públicamente que “no solo creía, sino que sabía” que había habido contacto con civilizaciones extraterrestres.
El momento culminante de la charla fue el relato de su experiencia personal. Tras una visita a la mítica hamburguesería Little A’Le’Inn, ubicada en la conocida Extraterrestrial Highway, decidieron quedarse a observar el cielo nocturno desde las inmediaciones del perímetro militar. Allí, según relató, observaron movimientos de luces anaranjadas y amarillentas con trayectorias imposibles, así como un fogonazo de luz tan intenso que iluminó el desierto como si fuera de día.
“Como pilotos, sabemos identificar luces de navegación, balizas o maniobras de aproximación. Pero aquello no encajaba con nada convencional”, explicó Labrador. Aun así, insistió en que cree firmemente que lo que presenciaron era tecnología humana, probablemente fruto de ensayos secretos de la aviación militar.
El evento, organizado por el Ateneo Mercantil, se enmarca en su ciclo de conferencias dedicadas a enigmas históricos y fenómenos inexplicables, y dejó una clara conclusión en el aire: lo desconocido no siempre es extraterrestre, pero lo que se oculta en el cielo sigue despertando más preguntas que respuestas.