Pablo Neruda, nacido como Ricardo Eliecer Neftalí Reyes Basoalto en 1904, fue uno de los poetas más grandes del siglo XX y símbolo de la literatura comprometida. Desde joven rompió con el lenguaje grandilocuente heredado del siglo XIX para crear una poesía cercana a la vida, a los objetos cotidianos y a las pasiones humanas.
En sus versos, el amor no era eterno, sino libre; la belleza podía encontrarse tanto en una cuchara como en el viento. Para Neruda, el arte debía servir al pueblo y reflejar la realidad de los seres humanos.
Un niño del sur de Chile
Huérfano de madre desde su nacimiento y criado por una mujer a la que llamó cariñosamente “la mamadre”, Neruda creció entre la dureza del trabajo ferroviario de su padre y la ternura de la lectura.
En su infancia, descubrió el poder del lenguaje a través de cartas encontradas en un viejo baúl, y escribió sus primeros poemas para una niña llamada Blanca Wilson. Sus experiencias en los bosques lluviosos del sur, junto a los mapuches y sus leyendas, marcaron su sensibilidad poética. En la escuela fue alumno de Gabriela Mistral, quien lo animó a leer a los grandes escritores rusos.
Del amor joven a la poesía universal
Su primer libro, Crepusculario, fue seguido por su célebre Veinte poemas de amor y una canción desesperada, donde expresa la intensidad, las dudas y el dolor del amor. “Es tan corto el amor y es tan largo el olvido”, escribió, dejando una huella indeleble en la literatura universal.
Su carrera diplomática lo llevó a Asia, donde conoció el aislamiento, el deseo y la desolación, sentimientos que darían origen a Residencia en la Tierra, obra clave del existencialismo poético latinoamericano.
La guerra, España y el despertar político
Durante la Guerra Civil española, Neruda presenció el horror de la violencia y la muerte de su amigo Federico García Lorca. Aquella tragedia cambió su poesía para siempre. Su libro España en el corazón convirtió el dolor en un grito colectivo contra el fascismo: “Venid a ver la sangre por las calles”.
Desde entonces, Neruda asumió su voz como un instrumento de conciencia social. Como senador y militante comunista, denunció las injusticias y defendió la democracia chilena hasta ser perseguido y exiliado.
El canto final de un hombre del pueblo
Neruda viajó por el mundo, construyó casas que reflejaban su amor por el mar y escribió Odas elementales, celebrando lo simple: las tijeras, el pan, el vino, la vida. En 1971 recibió el Premio Nobel de Literatura, y su discurso fue una defensa apasionada de la dignidad de los pueblos de América Latina.
Poco después del golpe militar de 1973 y la muerte de su amigo Salvador Allende, Neruda falleció en circunstancias aún discutidas. Sin embargo, su legado perdura: el poeta que amó sin pureza, que escribió con las manos del pueblo y que soñó con una humanidad más justa, sigue siendo la voz que canta que la poesía no habrá cantado en vano.