El pasado martes 16 de septiembre, el filósofo y divulgador Valentín Muro ofreció una conferencia en el canal de YouTube del Ateneo Mercantil de Valencia, en la que abordó una de las preguntas más clásicas de la filosofía: ¿cuál es el sentido de la vida? A partir de esta premisa, Muro desarrolló una profunda reflexión sobre la curiosidad humana como motor del conocimiento, del asombro y, en última instancia, del propio sentido de la existencia.
Durante su exposición, el ponente explicó cómo la curiosidad, entendida como el deseo de saber y de conectar ideas, ha sido la fuerza impulsora detrás de los mayores avances de la humanidad. Citando a pensadores como John Dewey, destacó que este impulso no es una simple inclinación intelectual, sino una actitud vital que nos permite aprender, crecer y mantenernos en movimiento. También advirtió sobre cómo los algoritmos y la sobreinformación de la era digital explotan esa curiosidad innata, desviándola hacia una atención pasiva y superficial.
Muro distinguió entre la curiosidad domesticada, moldeada por la educación y los hábitos sociales, y la curiosidad salvaje, aquella que cuestiona lo establecido y abre nuevas posibilidades de pensamiento. Esta última, señaló, es la que impulsa la innovación, el arte, la ciencia y el cambio social. En sus palabras, “ser curiosos es un acto de resistencia”, una manera de mantener vivo el deseo de comprender el mundo con ojos nuevos.
Otro de los puntos destacados de la charla fue la reivindicación del aburrimiento y la distracción consciente como espacios fértiles para la creatividad. Frente a la tendencia actual a evitar el silencio o la pausa, Muro defendió el valor de esos momentos en los que la mente divaga y encuentra conexiones inesperadas. “Curiosear —afirmó— es distraerse con sentido; es descubrir novedad en lo que ya conocemos”.
En su cierre, Valentín Muro subrayó que la curiosidad no solo amplía nuestro conocimiento, sino también nuestra identidad. Aprender, explorar y maravillarse son formas de crecer como personas. Mientras mantengamos viva la capacidad de asombro, añadió, seguiremos cumpliendo con un deber moral hacia nuestra propia humanidad: seguir haciéndonos preguntas.