El Ateneo Mercantil de Valencia acogió una conferencia tan apasionante como necesaria, a cargo de Jesús Sánchez Graullera, dedicada al mayor saqueo artístico de la historia: el expolio nazi durante el Tercer Reich.
Partiendo de paralelismos con robos de arte recientes y con su propia novela, el ponente nos introdujo en un mundo donde cuadros, esculturas, tapices y joyas se convierten en botín de guerra, objeto de deseo de jerarcas como Adolf Hitler, Hermann Göring o Alfred Rosenberg, y pieza clave de una maquinaria ideológica que utilizó la cultura como instrumento de poder.
A través de cifras comparadas con museos como el Prado o el Louvre, se hace visible la verdadera dimensión de aquel expolio: alrededor de 600.000 obras de arte arrebatadas de colecciones privadas, galerías y museos de toda Europa.
La conferencia recorrió las motivaciones de los “malos”: desde el odio personal de Hitler hacia el mundo artístico que lo rechazó y su obsesión por crear un gigantesco Führer Museum en Linz, hasta la codicia sin límites de Göring o la fría planificación de la unidad ERR (Einsatzstab Reichsleiter Rosenberg), encargada de organizar robos, subastas fraudulentas y apropiaciones “legalizadas” por las propias leyes nazis.
En paralelo, Sánchez Graullera explica cómo los grandes museos europeos reaccionaron ante la amenaza: evacuando obras maestras, escondiéndolas en castillos, minas o cuevas, y sentando precedentes que inspirarían más tarde las estrategias de protección del patrimonio durante la Segunda Guerra Mundial.
Frente a la barbarie, la conferencia dio un especial protagonismo a los “buenos”: los llamados Monuments Men y otras figuras anónimas que arriesgaron su vida para salvar el arte europeo. Aparecen personajes como Walter Horn, historiador del arte alemán nacionalizado estadounidense que participó en la localización de las joyas del Sacro Imperio Romano Germánico, o la extraordinaria Rose Valland, que desde una discreta posición en París registró en secreto miles de obras expoliadas, permitiendo recuperar posteriormente un enorme número de piezas.
También se muestran casos concretos de obras rescatadas in extremis: la Madonna de Brujas de Miguel Ángel, la Dama del armiño de Leonardo, pinturas de Vermeer, Rembrandt o Monet, y los impresionantes depósitos de oro y objetos de valor que los nazis ocultaron en minas y búnkeres.
Por último, se abordó el largo y complejo camino de la restitución: comisiones internacionales, expedientes inacabables, obras aún desaparecidas y el papel desigual de las potencias vencedoras, con especial atención al Ejército Rojo y a la llamada “venganza de los trofeos”.
Jesús Sánchez Graullera invitó al público a reflexionar sobre el valor del patrimonio, a recordar que muchos cuadros que hoy contemplamos en los museos se salvaron gracias a héroes casi desconocidos, y a mantener viva la memoria de las piezas que siguen en paradero incierto. Porque, como recordó el ponente, la historia del expolio nazi no es solo la historia de lo que se robó, sino también la de quienes se jugaron la vida para que hoy podamos seguir mirando ese arte.