Ricardo de León Tavallas sitúa el origen de la globalización en la circulación internacional de la plata española entre los siglos XVI y XIX. Tras el matrimonio de Isabel y Fernando (1497), se unificó el caótico mosaico monetario peninsular y se estandarizó el real de plata. La onza se dividió en ocho reales —la célebre “pieza de a ocho”—, que funcionó como unidad de cuenta y medio de pago transcontinental durante siglos, conectando mercados de Europa, América y Asia.
El ponente explicó los estándares de pureza fijados y sus ajustes con el tiempo, y cómo el flujo masivo de plata americana provocó tensiones inflacionarias en el Viejo Mundo. Detalló el escándalo de Potosí por baja ley y recortes, la respuesta de Felipe IV con devaluaciones y resellos, y el ascenso de la Casa de Moneda de México como garante de calidad. En el auge peninsular se acuñaron piezas extraordinarias —como los 50 reales de Segovia— que reflejan el poder político y económico del momento.
Un hito fue el diseño “de Mundos y Mares” o columnario (1732): dos hemisferios entre las Columnas de Hércules y el lema Plus Ultra, concebido para el comercio global. Esas monedas viajaron en galeones y naos a China, donde recibían chopmarks (sellos mercantiles) que certificaban su bondad; muchas se conocen hoy por su procedencia en naufragios, testimonio de rutas y riesgos del comercio mundial.
La charla abordó también la reacuñación británica (Bank of England, desde 1804) sobre piezas españolas para aliviar la escasez de circulante, y el impacto de la invasión napoleónica en la oferta de plata. Con las independencias americanas, España intentó mantener mercados asiáticos con resellos de Fernando VII en Manila; pero la separación de los “dos mundos” cerró la hegemonía monetaria española y dio paso al liderazgo de la joven República Mexicana en producción de plata.
Como conclusión, el ponente reivindicó estas monedas —a veces “feas” a primera vista— como objetos reales en el doble sentido: piezas con historia, geopolítica y economía grabadas en su metal. Son el eslabón entre la primera globalización metálica y la actual globalización electrónica de tarjetas y móviles.