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Juliano el Apóstata: el último emperador pagano revive en una magistral conferencia histórica.

19 de septiembre de 2024

El Ateneo Mercantil de Valencia acogió, en formato online, la conferencia titulada “Juliano el Apóstata o el canto del cisne de los dioses del Olimpo”, impartida por Carlos Precioso Estiguin, licenciado en Derecho y en Geografía e Historia por la Universidad de Valencia y especialista en Historia Militar. La sesión ofreció una inmersión profunda en uno de los reinados más breves pero intensos de la historia romana: el de Juliano, emperador entre el año 360 y el  363.


Descrito por el ponente como un “sujeto histórico fascinante”, Juliano representa la última gran reacción pagana frente al cristianismo en el Imperio Romano. Nieto de Constancio Cloro, sobrino de Constantino el Grande e hijo de Julio Constancio —ejecutado en la purga de 337 por Constancio II—, su vida estuvo marcada por tragedias familiares, aislamiento político y una brillante formación filosófica bajo la influencia del neoplatonismo.


Durante su intervención, Precioso contextualizó el siglo IV como un periodo políticamente convulso pero culturalmente vibrante, en el que se producen eventos tan decisivos como el Concilio de Nicea (325), el auge del arrianismo o la división formal del imperio en Occidente y Oriente. En este marco de transformaciones, Juliano emerge como una figura singular: educado en Atenas, casado con la hija del emperador y finalmente nombrado césar de la parte occidental por su primo.


A pesar de su apariencia frágil y su inclinación filosófica, Juliano demostró un talento militar extraordinario. En la batalla de Argentoratum (actual Estrasburgo), logró derrotar a un ejército alamán muy superior en número, consolidando su prestigio entre las tropas. Su popularidad fue tal que, en el invierno de 360, las legiones lo proclamaron emperador, en un episodio que él mismo narra con desgarradora honestidad en su famosa carta al Senado y al pueblo de Atenas.


Juliano ascendió al poder de forma oficial en 361, tras la muerte de Constancio II. Ya como Augusto, emprendió una política de restauración de las antiguas tradiciones religiosas romanas y lanzó una cuidada campaña ideológica que lo presentaba como un emperador ético y austero, guiado por principios filosóficos y morales antes que por ambición.


El ponente recurrió a la obra del historiador Amiano Marcelino, cronista de la época y testigo directo de la vida de Juliano, para trazar un perfil humano, político y militar del emperador. Según Amiano, Juliano fue un “princeps optimus”, el mejor de los príncipes, y su breve reinado fue el último intento serio de devolver al Imperio su alma pagana.

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