Benito Pérez Galdós ha llevado al teatro sus novelas, con sus planteamientos y con su ideología. Siete novelas de Galdós pasaron a las tablas, Realidad, La loca de la casa, El abuelo, Casandra, Doña Perfecta, Gerona y Zaragoza. Lo que da valor al teatro galdosiano es su eficacia teatral. Existe dualidad en el escritor Galdós, él es narrador y dramaturgo en todas sus creaciones. El teatro galdosiano no procede de la novela, aunque ésta haya precedido cronológicamente a aquél. Galdós empezó siendo dramaturgo y como dramaturgo escribió desde los 15 años. Gran parte de sus novelas son diálogo, como en Doña Perfecta. Lo que domina es la conversación, la novela dialogada.

Galdós salió del mundo teatral para crear una novela y, desde ella, un nuevo drama. Pero se trataba de evolucionar en busca de una eficacia expresiva que le diera la más íntima comunicación con su público. Galdós transplanta la técnica teatral a sus novelas y no a la inversa. Sus novelas están vistas con el esquema fijo e ineludible del teatro: planteamiento, nudo y desenlace, todo ordenado en un orbe finito desde el principio hasta el fin, y el diálogo como el asidero en el que se van prendiendo las peripecias de los personajes. El descubrimiento de su manera teatral viene a confirmar la evolución interna de su quehacer literario.

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