La cuarta sesión de Filópolis. Seminario permanente de filosofía política estuvo dedicada a retomar la discusión propiciada por la lectura de Emerson. ¿Cómo llegar a ser completo un ser humano? Esta era la pregunta que inundó el ambiente de la sesión anterior y que esta vez volvíamos a respirar. El ponente, Fernando Vidagany, tomó la palabra para sugerirnos dos claves de lectura que dan respuesta a esta pregunta a través de dos imágenes metafóricas, cuya reflexión abrió paso al posterior diálogo. Las “fuentes” y las “venganzas” son dos imágenes emersonianas que recorren toda La conducta de la vida. Beber de la fuente supone dar el paso filosófico de que sólo sabemos que no sabemos. Ese es el reconocimiento socrático.
La única vía para alcanzar el verdadero conocimiento es pagar el precio de quedarnos ciegos. Para poder saber debemos empezar ignorando todo, debemos quedar ciegos. Este es el precio que debe pagar el ser humano para ser completo. Emerson toma la imagen de las “venganzas” de El crepúsculo de los ídolos de Nietzsche. Para ilustrar esta imagen, Vidagany establece un paralelismo entre Platón-Sócrates, Shakespeare y Emerson. La idea que se desprende de este paralelismo es que la finalidad de la lectura de los tres pensadores es “despertarnos”. ¿Despertarnos implica quedarnos desamparados? He aquí el temor de todo ser humano. Apunta el ponente que en palabras de Emerson “people wish to be settle”, esto es, la gente quiere ser estable, no quiere encontrarse sin amparo vital. Pero la tarea del filósofo y, por tanto, la tarea de Emerson no es otra que la de “unsettle”, desestabilizar. Y en la medida en que desestabilice a la gente, habrá esperanza para ella.
Tras la presentación se abrió paso un intenso debate que giró en esencia en torno a la pregunta sobre cuándo hacemos filosofía. Sabemos cuál es el espacio del músico, el del pintor, el del juez, pero ¿y el espacio del filósofo? ¿Cuándo puede filosofar el filósofo? Según Leo Strauss, el filósofo siempre ha estado perseguido desde la antigua Grecia. A esto llamamos el paradigma de la persecución y el arte de escribir. El individuo y, sobre todo, el filósofo, para relacionarse con la sociedad, tiene que ponerse una máscara porque las sociedades tienden a cerrarse. “Every word they say chagrin us”, escribe Emerson. Nos ponemos una máscara porque cada palabra de los otros nos pesa. Pero la clave está en ponerse solo una, sostiene Lessing. Frente a este paradigma se abre otro alternativo en América con la escritura de una constitución moderna.
El deseo de Emerson de construir una sociedad moderna se sintió como un imposible, pues esa sociedad moderna e ilustrada, que había pasado por una Guerra Civil, no era más que la misma sociedad de siempre. Tan solo quedaba volver a hacer filosofía, volver a removerlo todo, a desestabilizar. A la pregunta sobre dónde puede filosofar el filósofo le sigue la respuesta siguiente: donde pueda. El filósofo tiene que filosofar donde pueda teniendo en cuenta dos principios fundamentales: el primero es respetar la contingencia humana; el segundo asumir la tarea de moderación. El filósofo tiene que ser el moderador para que el mundo interpretado en el que vivimos no se convierta en homogéneo. El filósofo retoma la heterogeneidad noética y por eso es una figura indestructible.