Antonio Lastra comenzó su intervención recordando que esta conferencia sobre 'El Gusto de Montesquieu' es la primera de una serie de intervenciones en la Escuela de Filosofía del Ateneo Mercantil en la que se tratará el tema de la Ilustración. Un tiempo de luz, un tiempo de ilustración que conviene poner de relieve.
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La Ilustración misma empieza presentándose como una pregunta. ¿Qué es la Ilustración? Se pregunta sobre su condición y sobre su esencia. La Ilustración no se presenta como un contenido dogmático. Y para hablar de la Ilustración trae a colación el ensayo de El Gusto: Las fuentes de lo bello, de lo bueno, de lo agradable están en nosotros mismos e investigarlas es investigar las causas de los placeres de nuestra alma. Pero hay que decir que, aunque, uno de los textos de Montesquieu en 'El Gusto' tratara sobre cuestiones estéticas, El Gusto es mucho más amplio que algo estético.
La exposición arranca con dos palabras que trae a colación uno de los mejores lectores del Montesquieu, como es la diferencia entre dos palabras en griego como son la Skepsis y la Hypolepsis:
Skepsis viene a significar 'duda' o 'investigación', y de él procede la expresión 'escepticismo'. El filósofo es una persona escéptica, que se interroga, y una persona en la que el cuestionamiento está abierto siempre. Mientras que la palabra skepsis significa el acto o la actitud de mirar, observar, considerar.
Por otra parte, está la Hypolepsis que tiene muchas significaciones, pero que Montesquieu la asocia a las relaciones de las cosas. La Hypolepsis tiene que ver con todo aquello que está constituido en el mundo, está interrelacionado, y aparece en escena alguien que las pone en cuestión.
Se empieza a comprender que la situación de Montesquieu en una época ilustrada es una situación de moderación, en estos momentos la mayor autoridad de la Ilustración radical, Jonathan Israel, y que estaba encabezada por los enciclopedistas y más tarde por Voltaire y lo que vendría después de la Revolución Francesa (ideas revolucionarias que sentaron los fundamentos del mundo moderno: la igualdad, la democracia, los valores seculares y la universalidad), y hay una ilustración moderada que reconoce a Montesquieu, Hume… que han mantenido estas dos cuestiones al mismo tiempo una Skepsis insobornable (contra cualquier dogmatismo y censura) y al mismo tiempo la Hypolepsis (con un absoluto respeto por lo relaciones establecidas cuando el filósofo aparece en escena).
Esto nos lleva a pensar que el filósofo al mismo tiempo es ciudadano, es decir, no se aparta de la sociedad, no es alguien de la tradición cínica o monástica, forma parte de la naturaleza política. En este sentido el filósofo D'Alembert reconocía que Montesquieu era tan buen ciudadano como filósofo.
El lugar de Montesquieu en la filosofía se corresponde con un punto de inflexión en la historia. Cuando muere en 1755, la enciclopedia está en marcha, quedan unos años para el estallido revolucionario, pero Montesquieu ha conocido también el final del reinado de Luis XIV. De hecho, su obra empieza a cobrar sentido en ese periodo extraño que se produce en Francia, por tanto, en el corazón de Europa cuando fallece Luis XIV y la llegada de Luis XV quien no ha afirmado su manera de gobernar. Por lo tanto, Montesquieu está entre el Antiguo Régimen, ese de la monarquía absoluta, y esa apertura que da tanto la enciclopedia como la Ilustración al marco europeo a finales del siglo XVIII. Por decirlo de otra manera, y por usar dos palabras significativas, Montesquieu se sitúa entre el despotismo y la democracia.
El término que más le importa definir a Montesquieu es el de 'Libertad'. Pero si queremos definir bien los términos, debemos decir que Montesquieu se sitúa entre el despotismo y la República porque la democracia es un término que se acepta después de la Segunda Guerra Mundial. El marco en el que se desarrolla Montesquieu es la República, pero no sólo porque el termino democracia es más tardío, sino también porque la nomenclatura de democracia incluye la palabra poder. Y hay que recordar que Montesquieu habla de la división de poderes y a veces una monarquía absoluta no difiere mucho de una democracia.
Montesquieu viajó por Europa con el propósito de conocer las instituciones de cada país. Inglaterra se convirtió en su admiración particular, siendo el modelo de separación de poderes de la sociedad política de Locke el que apoyaría el posterior desarrollo de su principal obra, El espíritu de las Leyes. Su obra principal es conocida en todo el mundo, el autor construyó un modelo de las funciones estatales que ha sido aplicado y ha perdurado durante dos siglos. El contenido de la obra proporciona una visión clara de la vinculación entre el principio de legalidad y la división de poderes, así como la clara distinción entre los poderes legislativo, ejecutivo y judicial, que constituirán los pilares del Estado de Derecho de corte liberal. En esa división de poderes tuvo una lucha con Hobbes.
Quien lee a Montesquieu reconoce muy bien cuáles son sus dependencias: pero poco se sabe de su educación en el oratorio en Francia, en un momento en el que se le pidió que escribiera. Los enciclopedistas le pidieron a Montesquieu que escribiera dos artículos, pero hay que recordar que en el siglo XVIII había censura y había persecución y por eso no participó en el proyecto de los enciclopedistas.
Le pidieron dos artículos que hablaban del despotismo y de la democracia. Diderot recurrió a autores conocidos de la talla de Montesquieu, Voltaire, Rousseau, para que participaran en sus enciclopedias, pero ante la negativa finalmente se los encarga al escriba de Diderot que lo hace leyendo y citando a Montesquieu en sus libros que eran anónimos porque había censura y persecución, pero todo el mundo sabe que eran suyos. Lo importante es que tanto la democracia como el despotismo tienen muchos vasos comunicantes. Estamos hablando que son los años previos de la Revolución Francesa.
Frente a todo eso, Montesquieu trata de establecer una escritura constitucional por tanto nos obliga a plantearnos delante del problema de una Constitución. Montesquieu usa la falsilla de un historiador griego, Polibio, que escribe en uno de sus libros (Las historias de Polibio) una idea de una constitución romana como base de su historia y siente la necesidad de justificarse por hablar a los romanos de su propia constitución. Montesquieu adopta esa falsilla y hace algo similar con la constitución inglesa, la que adopta como base de su propia escritura. Y hace que los estados empiecen a buscar sus propias constituciones, para nosotros, España, la base en la constitución es la del mundo moderno, que en muchos aspectos es la Constitución de los EEUU, que en definitiva es un reflejo de la lectura de los libros de Montesquieu.
Reflexionando entonces sobre las virtudes del sistema político británico, Montesquieu encuentra que en la Constitución de Inglaterra yace la condición esencial de la libertad política y el freno a la corrupción despótica de los gobiernos, representada en la separación de poderes: quien detenta el poder de ejecutar (el monarca); quien hace la ley (la aristocracia, representada en las cámaras), y quien posee la facultad de juzgar dicha ley (los jueces). Pero, además, Montesquieu es el primer filósofo moderno que de manera sistemática reflexiona sobre la relación entre el sistema político y su entorno, la naturaleza de las leyes. A Montesquieu se le considera el fundador de la Sociología. Es una especie de enmienda histórica adaptada a la idiosincrasia de cada país.
Parece que el objetivo de hablar y de discutir sobre la filosofía política es lograr una Constitución Europea. Naturalmente que nosotros no podríamos reconocer en aquella Constitución Europea que se sometió al referéndum europeo y que empezaba con el texto: "Su Majestad el Rey de los belgas...", la respuesta de cualquier votante era un "No", ora cosa hubiera sido hubiera comenzado como "Nosotros los ciudadanos europeos" o como decía Nietzsche "Nosotros los buenos europeos". Leer a Montesquieu nos permite escribir sobre esas falsillas de constitución, sobre una Constitución Europea.
El espíritu de las leyes es uno de los más grandes clásicos del pensamiento universal. El mayor estudioso de Montesquieu fue Robert Shackleton, que era un profesor de francés en Oxford. Escribió la biografía y varios artículos de Montesquieu, pero uno en particular sobre la separación de poderes. Shackleton dice que la separación de poderes fue un engaño de Montesquieu, ya que se fijó en que la separación de poderes era la destrucción de la soberanía.
Con la llegada de Robert Walpole, el primer ministro en la historia política de Europa, el monarca dejaba la soberanía, por lo que el poder ejecutivo iba a tener desde entonces la soberanía del estado. En el Libro "El poder ejecutivo", Necker plantea que una separación real de poderes supone la anarquía, pero este planteamiento de Necker fracasa, ya que el poder ejecutivo y poder legislativo tienen una buena sintonía y una cierta relación. Lo importante es que se deja atrás al monarca y aparece el primer ministro.
En la Revolución Francesa se forma una idea del poder ejecutivo moderno que recae en la vieja consideración de las tiranías. Montesquieu no ha muerto en ningún país. Ningún país está cerca de volver a la tiranía, al despotismo y a la soberanía. Nunca se podrán juntar ya los tres poderes, esa separación de poderes que funciona muy bien en el filósofo y en el ciudadano, no puede funcionar en las elites y en las oligarquías. Por eso podemos decir que la ilustración no ha fracasado en modo alguno. Nos puede irritar algunos gobernantes, pero nadie teme a Trump o Johnson, por lo que puedan convertirse, pero eso está domesticado.