El próximo lunes 14 de marzo a las 19 horas en el Salón de Actos del Ateneo Mercantil llega la proyección del documental del Soro "Vicente Ruiz 'El Soro', una revolución: el sorismo, una religión" que organiza la Excelentísima Diputación de Valencia. Hace 40 años que El Soro tomó la alternativa como torero; fue en Valencia un 14 de marzo de 1982 y hoy conmemoramos esa efeméride. Un documental que está bajo la dirección y guión de Salvador Ferrer, mientras que la edición, grabación y montaje ha sido realizada por Vicente Forés.
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La muerte de Manuel Granero en 1922 dejó huérfano el toreo valenciano. La afición quedó aletargada, a la espera de un soplo de aire fresco que no llegaría hasta seis décadas después. La irrupción de El Soro despertó a las masas; provocó que la gente volviera a ilusionarse y llenara las plazas en las que el diestro aparecía en el cartel. Ése es uno de sus mayores méritos, arrastrar a la Valencia taurina. Volvían a tener un ídolo y había nacido una religión: el sorismo.
Durante los años 80 y los inicios de los 90 no había cartel en el que El Soro no apareciera. Su raza y pundonor le permitían resolver con extraordinario mérito cualquier toro al que se enfrentara. Pero fue en el tercio de banderillas en el que supuso una revolución. La Moviola y el Molinillo fueron sus 'criaturas' y con las que puso en pie los principales cosos taurinos.
Cuando El Soro toreaba, la vida en su pueblo natal, Foios, se transformaba. Los vecinos seguían con su quehacer diario, pero con el oído listo para escuchar el bando, ya que en él oían los trofeos que el diestro había conseguido. Pero no quedaba ahí la cosa, pues también anunciaba la hora prevista de llegada del torero. Nunca estaba solo; cuando aparecía en la plaza del pueblo un nutrido grupo de vecinos y amigos le esperaban para acompañarle en otro rito que El Soro cumplía a rajatabla: ofrendaba a la patrona, la Virgen del Patrocinio, los ramos de flores que desde los tendidos le lanzaban los aficionados.
La fuerza que siempre ha atesorado proviene del lugar que le vio nacer y de sus vecinos, para quienes el diestro fue y sigue siendo un verdadero ídolo. Nunca olvida sus orígenes, y a ellos ha apelado siempre que un obstáculo se le ha interpuesto en su camino. Y han sido muchos. En su muñeca siempre había una goma elástica. Pasaba desapercibida y pocos sabían lo que significaba. Daba igual que vistiera con traje de luces, chaqueta y corbata o de ‘sport’, esa goma siempre estaba ahí y le recordaba las lechugas que había atado en la huerta. Sus raíces.
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