Antonio Lastra, profesor de la Escuela de Filosofía del Ateneo Mercantil de Valencia, nos ofreció en Amistad Judeo-Cristiana, el pasado 11 de noviembre de 2018, una conferencia titulada "El problema de Maimónides". El título de la conferencia es una variación del encabezamiento de un capítulo del libro de Friedrich Nietzsche El crepúsculo de los ídolos: ‘El problema de Sócrates’. (“Encabezamiento de capítulo” es, como Maimónides recuerda al principio de la Guía de perplejos, lo único que la Tora permite transmitir y solo a los sabios que puedan comprender por sí mismos.) El problema de Sócrates se resume en una pregunta: “¿Era Sócrates realmente griego?”. En lo que podríamos llamar su escritura esotérica —lo que ahora conocemos como Fragmentos póstumos—, Nietzsche, sin embargo, anotó: “Los sofistas eran griegos”, y añadió: “Cuando Sócrates y Platón tomaron el partido de la virtud, eran judíos o yo no sé qué cosa”. Referirnos a Nietzsche para hablar de Maimónides no es aventurado si seguimos los pasos de Leo Strauss, el gran comentador de Maimónides. En cualquier caso, el nietzcheanismo, si no Nietzsche, podría ser el encabezamiento del último capítulo de la historia del ateísmo, que incluye, en lo que se refiere a Maimónides, los capítulos del epicureísmo y el averroísmo. El problema de Maimónides podría plantearse, entonces, así: ¿era Maimónides realmente judío? ¿Era, por el contrario, un filósofo? Que podamos plantearnos estas preguntas podría sugerir que la respuesta fuera la misma: Maimónides era un “espíritu libre”. Pero, si lo fue, no escribió para otros espíritus libres. (El encabezamiento del capítulo ‘El espíritu libre’ en Más allá del bien y del mal de Nietzsche se sitúa entre el encabezamiento ‘Sobre los prejuicios de los filósofos’ y el encabezamiento ‘El carácter religioso’.) Maimónides escribió para “perplejos”. ¿“Perplejos” quería decir “judíos” o “ateos”? ¿En qué consistía esa perplejidad? Si volvemos al problema de Sócrates, que no fuera griego quería decir que no creía en los dioses de la ciudad. El problema de Sócrates es al mismo tiempo político y teológico. El problema de Sócrates es el problema teológico-político. Que Maimónides no fuera, en lo teológico, judío, insinuaba que, en lo político, ser judío es imposible sin la creencia en la Revelación como revelación de la Ley. La Revelación de la Ley exige la interpretación de un texto. Todo cuanto Maimónides escribió fue una interpretación de un texto previo o de textos previos. Esos textos requerían la interpretación porque no eran fácilmente comprensibles y porque su comparación suscitaba una perplejidad insuperable: ¿hacía falta leer a los filósofos disponiendo de la Revelación? La Revelación de la Ley a los judíos los había caracterizado como una comunidad política. En la diáspora (Galut), la comunidad política dependía de la Ley para seguir siéndolo hasta la llegada del Mesías. Si, para los cristianos, la llegada del Mesías había supuesto, en realidad, la llegada de la Iglesia, ¿qué podría suponer, para los judíos, la fundación del Estado de Israel? Maimónides sabía que, a diferencia de Aristóteles, Platón no había permitido que el filósofo gozara de la libertad natural de la vida contemplativa: debía volver a la caverna, i.e. a la ciudad; debía justificar su filosofía ante el tribunal de la ciudad. Como lector de Platón, Maimónides podía considerar que la vida contemplativa estaba subordinada a la Ley, una Ley revelada. Pero, como filósofo —escribió Leo Strauss—, Maimónides debía “tratar de comprender la Ley” revelada “y Platón, solo Platón”, posibilitaba esa comprensión. ¿Es comparable la perplejidad que Maimónides se proponía guiar con el ἀπορεῖν socrático?
Breve bibliografía
Leo Strauss, El Libro de Maimónides, ed. de A. Lastra y R. Miranda, Pre-Textos, Valencia, 2012. Rabí Joseph B. Soloveitchik, Maimónides, entre la filosofía y la Halajá, trad. de J. Guerrero, Alpha Decay, Barcelona, 2018.