Los cánceres que afectan los órganos del aparato genital femenino son completamente independientes entre sí, en cuanto a criterios diagnósticos, pronóstico y tratamientos. El cáncer de la capa interna del útero (endometrio) es el más frecuente en aquellos países en los que hay programas de prevención del cáncer de cuello de útero (cervix). Si no existen esos programas, el cáncer de cervix es el más frecuente.
Los métodos de diagnóstico precoz del adenocarcinoma de endometrio se aplican de manera selectiva a mujeres que presentan síntomas (sangrado irregular, sobre todo en perimenopausia y fundamentalmente en menopausia); no son aplicables a población general.
En el cáncer de ovario, el diagnóstico precoz aún no está inventado en ninguna parte del mundo; y menos la prevención. No hay síntomas específicos en los estadios iniciales. Hoy en día, lo único que podemos hacer es diagnosticar lo antes posible. Afortunadamente es un cáncer muy poco frecuente.
La mayoría de los cánceres de vulva y vagina se diagnostican en estados avanzados, a pesar de ser órganos externos y visibles; y ello es por la reticencia de las mujeres mayores en acudir a su especialista. Sus síntomas fundamentales son picor, dolor, tumor y manchas en la piel de la vulva, todos ellos de larga evolución.
En el cáncer de cuello de útero sí que sabemos su causa: la infección persistente por determinados tipos de virus del papiloma (VPH); y por tanto, sí que podemos hacer prevención: con las vacunas VPH a niñas y niños de 12 años; y con la práctica de la citología a partir de los 25 años, cada 3 años hasta los 65; o con la determinación del ADN del virus el papiloma.