"Es un tema apasionante si le quitamos la rigidez jurídica y fácil, de ahí el título de la Conferencia, porque hemos de ver no el articulado sino lo que hay detrás de las palabras, simplemente valores que han sido escritos en forma de Ley”. De esta forma comenzó Magda Villarroya su conferencia. Habló sobre la dignidad de la persona, sobre el derecho a la vida, sobre la igualdad, la libertad y el respeto como fundamentos de la paz social. Dijo que de todas, la Constitución de 1812 es su preferida porque rompe con todo lo anterior y que las posteriores, incluida la actual, toman de base la misma. Y habló de su último libro, 'El Mundo Mágico del Estatuto de la Comunidad Valenciana', dijo que lo escribió porque se han de transmitir a los niños esos valores constitucionales contenidos también en el Estatuto valenciano.
La historia del constitucionalismo español es reflejo directo de las convulsiones políticas españolas de los siglos XIX y XX, mostrando las tensiones sociales y políticas que existieron en el país. El constitucionalismo español, se podría definir como el proceso a través del cual el Estado español se ha dotado desde 1808 de una serie de normas magnas.
El Estado liberal, que se fue construyendo en España a lo largo del siglo XIX, descansó fundamentalmente en la división de poderes y en el reconocimiento de ciertos derechos y libertades plasmados en sucesivas Constituciones que se han sucedido a lo largo de los dos últimos siglos.
El Estado español contemporáneo se fue configurando bajo la hegemonía de una oligarquía diversificada integrada por sectores de la burguesía agraria, mercantil y financiera, pero también por sectores de la nobleza que supieron adaptarse al régimen liberal, lo asumieron y se convirtieron en protagonistas del cambio. Un importante conjunto de fuerzas sociales y políticas fueron ignoradas y apartadas sistemáticamente de las instituciones del Estado. El componente democrático que pudieron aportar estos sectores fue, por consiguiente, insuficiente. Pero es que no hay que olvidar que los liberales del siglo XIX rechazaban explícitamente la democracia.