El Ateneo Mercantil de Valencia ha realizado un viaje, no de turismo al uso, que ve en otros lugares su parecido con el nuestro, sino con la actitud de los griegos que frente a la realidad se asombran θαυμαξω (quedar admirado, mirar con admiración, con sorpresa, con reverencia). La admiración es la cuna del saber, del descubrimiento y del amor. Nuestra mirada descubre, disfruta y se enamora de la diferencia.
Unidad no es uniformidad y en estos días, que han coincidido con las batallas nacionalistas en Cataluña y la respuesta de la Sociedad Civil Catalana, hemos viajado con una actitud contraria al nacionalismo, abiertos a conocer, amar y disfrutar una parte de España que consideramos nuestra. Pocas naciones tienen tanta riqueza en su variedad como la española.
Hemos tenido unos organizadores, que han realizado a la perfección el papel de “celestinos” en este romance:
Juan con una sorprendente cultura y formación, y una vocación de compartir lo que sabe, descubriendo los encantos de Galicia como en la danza de los siete velos, sorprendiéndonos cada día con nuevos encantos inesperados.
Vicente el amigo de todos, catalizador de voluntades, para hacer grupo de individualidades, aportando cada uno su saber.
Lorenzo, la estructura de la casa, que no se ve, pero que se nota, cuando surge una emergencia.
Inés, la guía galleguiña, dulce, alegre y excelentemente preparada para introducirnos en la cultura gallega, su arte, sus costumbres, sus fiestas, sus meigas, su eclecticismo religioso y pagano y su “Y si…, por si acaso”.
A todos ellos nuestro agradecimiento por su esfuerzo y dedicación.
Para conocer Galicia (en el sentido bíblico de enamorarse) hemos visitado sus paisajes y edificios, incluyendo lugares que no son fácilmente accesibles al público en general como la casa de “La Troya”, el Pórtico de la Gloria, el Parador de los Reyes Católicos, donde nos recibieron los gaiteros con muñeiras y el pasodoble “Valencia”.
Como no somos turistas al uso sino descendientes de los griegos que nos gusta sorprendernos de lo que otros no ven, hemos utilizado para conocer el alma gallega la literatura, el arte y la gastronomía.
LITERATURA
Visitamos la casa museo de nuestro Premio Novel, el rompedor, sorprendente y nada convencional Camilo José Cela y los recovecos intimistas por el dolor ajeno de Rosalía de Castro, en cuya casa también estuvimos; ella fue pionera del ingreso de la mujer en la cultura literaria en gallego.
Un momento muy emocionante fue cuando Juan preguntó por una carta que su padre había escrito a Cela realizando el viaje a la Alcarria siguiendo los capítulos del libro. El bibliotecario encontró la carta y Juan emocionado nos la leyó con la admiración y el cariño que sentía por su padre. Todos nos quedamos sobrecogidos.
En Vigo vimos la estatua dedicada a Julio Verne, que en su libro “Veinte mil leguas de viaje submarino” comentó los galeotes hundidos en el fondo de la ría provenientes de las Indias.
GASTRONOMÍA
Los hoteles han sido buenos y confortables y las comidas en los restaurantes muy típicas y sabrosas por lo que la gastronomía merece capítulo a parte. Con exquisita presentación hemos degustado la cocina gallega, el marisco y los vinos del lugar visitando una bodega de Albariño, que tiene una larga historia desde el siglo XV y que fue propiedad de Laureano Oubiña, uno de los capos de la droga y que actualmente es regentada por una cooperativa del lugar. El proceso de elaboración llama la atención por su tecnología y limpieza. Nos obsequiaron con uno de sus mejores vinos de Albariño.
En la Isla de La Toja disfrutamos de una extraordinaria tormenta para no olvidarnos que estábamos en Galicia, pero alquilamos un trenecito que nos paseó por la isla y en El Grove nos dimos un paseo en un barco desde cuya quilla se podían ver las bateas de mejillones y marisco. Nos dieron un vino que nos puso muy contentos y nos dedicamos a bailar.
El último día como colofón gastronómico Lorenzo nos invitó a comer ostras en La Piedra, una de las marisquerías más reconocidas de Vigo.
EL ARTE
En la Coruña visitamos la ciudad y por la tarde fuimos a la Torre de Hércules, el faro más antiguo del mundo. Al día siguiente fuimos a la Costa da morte donde visitamos el Dolmen de Combate, la catedral del megalitismo. Es increíble que en el neolítico pudieran realizar esas construcciones tan pesadas para honrar a sus muertos. Pasando por Muxia con su artesanía y excelentes vistas de la Costa da Morte, llegamos a Finisterre, fin del mundo conocido.
SANTIAGO fue como hemos comentado un lugar muy especial. Está lleno de iglesias y conventos, pero la Catedral y el pórtico de la Gloria, que ha sido recientemente restaurado es admirable. Llama la atención que las estatuas románicas generalmente hieráticas e inexpresivas en este lugar el maestro Mateo las dio una expresividad extraordinaria y por su colocación parecen relacionarse entre sí. La restauración, recuperando el color original está muy lograda.
En Combarro visitamos los famosos horreos, donde conservan las cosechas para evitar la humedad.
Fuimos en Portugal a Valençia do Minho. Juan nos dio una lección magistral sobre todas las Valencias del mundo y su significado. Pudimos admirar la artesanía elaborada en esa ciudad y las mujeres disfrutaron con sus interminables compras. Para consolarnos y tomar distancia disfrutamos de las incomparables vistas de SantaTecla en cuya carretera nuestro chofer hizo una exhibición de conducción para dar la vuelta (con el coche vacío por si acaso).
Con la visita a Vigo termina nuestro viaje con sus edificios modernistas que nos recordaban mucho a Valencia.
DESPEDIDA
El viaje ha sido la ocasión para compartir con viejos amigos y descubrir otros nuevos interesantísimos, con la historia sorprendente de una vida plena en lo profesional y profundamente humana.
El tesoro que guarda el Ateneo en sus socios es inagotable y el ambiente fue muy divertido y entrañable.
La despedida del viaje fue terrorífica. Se fue la luz, apareció una meiga de las de verdad, con los ojos vidriosos, las manos larguísimas y retorcidas haciendo conjuros en gallego sobre una queimada donde se quemaban
todos los maleficios posibles. Pasamos no miedo, fue terror, pero para sobreponernos disfrutamos de un líquido indescriptible en que todos los sabores del alma gallega estaban concentrados. Nos dieron una taza con nuestro nombre y el conjuro por el “por si acaso” lo necesitábamos. Lo he guardado con mis libros y ahora duermo más tranquilo.
Mariano Salvador