La lección inaugural del tercer año de Filópolis: seminario permanente de filosofía política empezó a cargo de Antonio Lastra con una cita de derecho medieval sobre la que se estructura cualquier organización política con sentido: populus dicitur a polis. Su parte constitutiva puede entenderse en paralelo a la sentencia de Lincoln frente a los secesionistas del sur en plena Guerra Civil Americana: la unión es anterior a la Constitución. La división de poderes es la otra parte.
La tesis central de la sesión fue que los historiadores romanos representan en Roma lo que representó en Grecia la figura del filósofo, la resistencia contra el poder absoluto de la política. En este sentido, a la pregunta de si es el imperio el destino inevitable de toda organización política, la respuesta que platónicamente mantuvo Lastra es que paradójicamente un pueblo es sano solo cuando no olvida que una vez no existió. Esto significa que avanzamos en la dirección correcta cuando, a pesar de la necesidad de establecer vínculos con una comunidad para articular nuestra vida, estos vínculos no agotan lo que somos. Cuando los filósofos no desaparecen de la ciudad.
La representación política de esta idea es la forma de la república, y en el seminario se abordó esta consideración a partir de la República (o de la parte que tenemos de ella) de Cicerón. La propia figura de Cicerón encarnaría esta división del individuo que hace posible una efectiva división de poderes: participando activamente en política nunca estuvo en condiciones de defender la historia de Roma por encima de la filosofía. Agustín defendería, contra la tendencia cesarista, la misma idea de que el padre de la Iglesia y la figura del emperador no deben concentrarse en la misma persona. La misma idea, afirmaba Lastra, residía en el proyecto europeísta de Luis Vives.
Como es ya costumbre, el seminario se divide en tres lecturas dedicando dos sesiones a cada una. El 23 de noviembre tendrá lugar la segunda sesión dedicada a los historiadores romanos, en enero las sesiones dedicadas a la escritura constitucional de Ralph Waldo Emerson y en febrero las que versarán sobre la ética de Wittgenstein. El hilo conductor de todas ellas es que hemos de vivir en la ciudad, pero que los dioses poliados son distintos, y en cierto sentido opuestos, al dios del filósofo.