La literatura apócrifa se presenta como un contrapunto de la literatura canónica, siendo considerada como no aceptada por la jerarquía eclesiástica y excluida del Canon habitual del Nuevo y Antiguo Testamento. Aunque se etiqueta como "apócrifa" debido a su significado griego de "oculto" o "secreto", estos textos no necesariamente eran desconocidos o secretos, sino que se transmitían en algunas comunidades cristianas. A pesar de no ser aceptados por la Iglesia, estos textos transmiten tradiciones que han influido en la iconografía y leyendas cristianas.
La relación entre los textos canónicos y apócrifos es compleja, con los segundos a menudo llenando vacíos narrativos o respondiendo a preguntas sobre aspectos poco tratados en los textos aceptados, como la infancia de Jesús o la vida de los apóstoles. Esta diversidad refleja un cristianismo primitivo heterogéneo, con corrientes que más tarde serían consideradas herejías.
Los textos apócrifos se dividen en evangelios, hechos, epístolas y apocalipsis, y narran historias alternativas sobre la vida de Jesús y los apóstoles. Ejemplos notables incluyen los "Hechos de Pablo y Tecla", que presentan un modelo femenino de conducta cristiana, y los "Hechos de Tomás", que exploran la relación entre Tomás y Jesús, así como su viaje a la India.
Las representaciones iconográficas de los apóstoles, como Pedro y Tomás, reflejan las historias y enseñanzas de los textos apócrifos. Estas imágenes, como la crucifixión invertida de Pedro o la muerte por lanzamiento de Tomás, se han convertido en parte de la tradición visual cristiana, transmitiendo simbolismo y enseñanzas a lo largo de los siglos.
A pesar de su rechazo inicial, los textos apócrifos han tenido un impacto duradero en la tradición cristiana, influyendo en la teología, la iconografía y la cultura en general. Su estudio continúa siendo relevante para comprender la diversidad y complejidad del cristianismo primitivo y su evolución a lo largo del tiempo.