"La guerra del 14, en cambio, no sabía de realidades, servía todavía a una ilusión, al sueño de un mundo mejor, justo y en paz (…). Por eso las víctimas de entonces iban alegres y embriagadas al matadero, coronadas de flores y con hojas de encina en los yelmos, y las calles retronaban y resplandecían como si se tratara de una fiesta" (Stefan Zweig). En el verano de 1914 Europa es sacudida por lo que será un terrible cataclismo bélico, tras el cual nada ya será igual; arrasando con el optimismo y la confianza en el progreso, las consecuencias de la Gran Guerra están todavía presentes.
El asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria en Sarajevo puso en marcha una red de alianzas internacionales que acabaron enfrentando las potencias centrales, con los imperios austro-húngaro, alemán y otomano, contra la Triple Entente, integrada por los imperios británico y ruso, además de Francia. Entre 1914 y 1918 se pagó un alto coste en vida humanas, con la pérdida de entre nueve y diez millones de personas y alrededor de 20 millones de soldados heridos. La Gran Guerra supuso un antes y un después en las relaciones internacionales, puesto que fue la primera vez que el mundo quedó dividido en dos bloques.
La Europa unida es un viejo sueño que, desde el Imperio romano hasta Hitler, pasando por Napoleón, se intentó siempre por la fuerza. El siglo XX europeo empieza con la primera guerra mundial y se cierra con la caída del muro de Berlín y el fin de la Unión Soviética. La primera guerra mundial pone fin a uno de los periodos más prolongados de paz en el continente desde el Renacimiento y hace trizas las teorías que llegaron a descartar, por imposible, la guerra en la vieja Europa.
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