La llegada del Santo Cáliz a la Catedral de Valencia en el siglo XV de manos de Alfonso V El Magnánimo se produjo como pago por las deudas que el monarca había contraído con la jerarquía eclesiástica en sus campañas militares.
El monarca, ante la imposibilidad de devolver al cabildo de la Catedral de Valencia los 137.430 sueldos que éste le había prestado para sus campañas, entregó todo el tesoro de reliquias que tenía a la SEO, entre ellas el Santo Cáliz que, según la tradición, empleó Jesucristo en la Última Cena.
Por tanto, el Santo Cáliz no fue un regalo, sino un depósito del rey Alfonso El Magnánimo, quien mantenía una deuda de cinco años que le obligó a entregar su tesoro de reliquias a la Catedral de Valencia. La antigüedad del Cáliz de Valencia está más que demostrada ya que existe tanto una tradición literaria, arqueológica como histórica.
El Santo Cáliz, a raíz de la persecución del emperador Valeriano fue trasladado a San Juan de la Peña en Huesca hasta 1399 y luego a Valencia. Pero, además, junto al Grial, llegó el relicario de la Corona de Aragón en 1437. La Catedral de Valencia tenía un verdadero tesoro de relicarios, muchos de ellos representando a los Santos de cuerpo entero o sólo el busto.
Pero, la mayor parte de ellos fueron fundidos en el año 1812, en Mallorca, a donde se habían trasladado, junto con el retablo de plata y la custodia procesional gótica, con el fin de salvarlos de la rapacidad del ejército francés; todo ello se convirtió en monedas para pagar a las tropas que luchaban contra Napoleón.