El catedrático Gregorio Robles disertó el pasado día 6 de abril en la Escuela de Filosofía del Ateneo y de AGEA, con el título de “Retórica es el arte de hablar bien para convencer”. Comenzó diciendo que los teóricos hablan de tres aspectos de la retórica: persuadir, convencer y acordar.
Como decía Cicerón en el régimen judicial es donde mejor se manifiesta el arte de la retórica, pues se trata de convencer a un tribunal de algo. Los actos de la comunicación corresponde al ‘retor’ o retórico que habla a alguien, a la audiencia. Luego el mensaje. Finalmente el canal de comunicación: directo u otros medios (escritos, radiofónicos, visuales, etc.).
En todo fenómeno de retórica hay dos actores, el que habla y la audiencia. Los auditorios son diversos y el retórico u orador debe saber adaptarse para que haya empatía entre ambos. El principio básico de la retórica es el decoro: usar el lenguaje adecuado, el modo de dirigirse, la vestimenta, etc. Aristóteles, Cicerón y Quintiliano, al mencionar el decoro, hablan de logos, ethos y pathos. Logos es la palabra y la lógica: razonamiento coordinado. El ethos es la ética: lo importante de un retórico es la credibilidad, pues es componente básico. Pathos es lo relacionado con los sentimientos: debe mover al auditorio con pasión, de acuerdo con la finalidad propuesta por el retórico. Aristóteles en su retórica, incluye al final de esta obra, la psicología social.
Coordinando estos tres elementos se origina el discurso que es el acto básico de la retórica. En el discurso, lo primero para hablar es saber de lo que se habla. La inventio es todo lo que se le ocurre al retórico: los puntos que va a tratar. A continuación viene la dispositio: disponer en orden todos los elementos de los que se va a hablar, de tal manera que el discurso vaya de menos a más. Cicerón dice que el orden del discurso ha de tener dos momentos fuertes: al principio y al final; en medio, los argumentos. Luego viene la elocutio: las palabras, expresiones, giros del lenguaje, gestos, etc. en la exposición. A continuación viene la memorización del discurso: un discurso leído es un discurso fallido. El orador ha de saberse la exposición, siendo “espontáneo”. Y finalmente la actio: el ensayo sobre todo si uno no está acostumbrado.
Una vez preparado el discurso, es la hora de hablar ante el público. Lo primero, es el exordio: un saludo breve, empático y agradable. Después viene la narratio: la situación a la que uno se va a referir, para disponer al auditorio de modo que los hechos sean en lo posible favorables a la intervención. A continuación viene la tesis: la defensa de la propuesta que se hace, que ha de ser clara. Y le sigue la argumentación: los porqués. La argumentación es el meollo del discurso, pues sirve precisamente para tratar de convencer, porque se usan argumentos razonables. Los argumentos han de poseer un peso razonable que ayuden a sopesar, valorar… También hay que tener presente la refutatio: lo que va a decir el adversario o los argumentos en contra, para refutarlos. Y se concluye con la peroratio o conlusio: el resumen que ha de ser breve, claro e indicativo de lo que se quiere transmitir.
Un aspecto, hoy día muy conveniente, son los gestos: voz, contacto visual que es contacto humano, vestimenta, modo de estar, lugar, luces, entonaciones, hacer altos, gestos con las manos, etc., todo ello dependiendo de las circunstancias y del auditorio.
La retórica surge del derecho. Como actividad consciente se inicia en la Magna Grecia (Sur de Italia y Sicilia) en el que los tiranos expropiaron las tierras a los aborígenes…, y las entregaron a sus soldados. Cayeron los tiranos. Y entonces se inició el proceso de devolver las tierras a sus legítimos dueños; pero para esa tarea cada uno debía de hacerlo personalmente ante tribunales numerosos. En ese momento aparecen Tisias y Corax que emprenden la tarea de enseñar a hablar en público a los campesinos para que logren persuadir de su derecho a sus antiguas propiedades.
La retórica inicialmente tiene tres géneros: deliberativo (en la asamblea), epidíctico (en el funeral de algún personaje) y forense (en los tribunales). Con el tiempo, el campo se va ampliando: epistolar, docente, sagrado, publicitario, propagandístico, simbólico, etc. La retórica está presente en toda comunicación. También está el género mediador o negociador, hoy tan necesario.
Concluyó la animada charla-coloquio el profesor Ginés Marco, director de la Escuela de Filosofía, para hacer mención a la necesidad de la cultura de lo intangible -el lenguaje- para poder comunicarnos y no estar alejados unos de los otros. El lenguaje tiene una relación directa con la verdad, porque retórica sin verdad degenera en el desdoro de una verborrea inútil que no da razones y que se degrada a un emotivismo.