La primera condición para una vida lograda es aceptarse como se es. Y para ello, conviene conocerse, saber qué me ha venido dado, con qué me he encontrado y de quién he recibido el amor del que he gozado. Ese conocimiento y aceptación despierta el asombro y el agradecimiento, nos ancla en la realidad y nos protege del peligro de vivir en la ignorancia, en la mentira o en la apariencia. Sólo desde la verdad de lo que soy se puede construir un proyecto personal y genuino, sin necesidad de tener que estar mendigando el afecto y la estima de los demás.

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