El Foro Sensus Communis regresó al Ateneo Mercantil con la conferencia "¿Es posible una sociedad civil ética?", que ofreció el Catedrático de Historia del Derecho por la Universitat de València, el Prof. Dr. Aniceto Masferrer.
Partiendo de los pensadores clásicos Demócrito y Aristóteles, medievales como Tomás de Aquino y hasta nuestros días, Rawls, Aniceto Masferrer muestra la relación estrecha entre la justicia, la ética y la felicidad humana. De ahí que las primeras Declaraciones y Constituciones modernas mencionaran la búsqueda de la felicidad como fin de toda sociedad política, así como la obligación de procurarla por parte de sus gobernantes.
Así lo afirmaba ya Aristóteles, quien sostenía que el Estado debe contribuir a que la sociedad alcance una "buena vida" y la "felicidad". Sin embargo, la ética y felicidad humanas son posibles incluso cuando los gobernantes apenas contribuyen para ello, es necesario partir de la libertad, sin temor a ser distinto, a vivir la propia vida, que, además de ser única e irrepetible, está llamada a contribuir mucho al conjunto de la sociedad.
Es difícil ser feliz sin procurar la felicidad de los demás. Para llevar una vida ética, conviene tener en cuenta varias claves: pensar por uno mismo (porque "el principio de la moral es pensar bien" -Pascal-); expresarse y mostrarse como se es y se piensa; respetar y procurar el bien de los demás; buscar la excelencia en todo uno piensa, dice y hace; vivir en la realidad (en el presente, en lo pequeño, cercano y cotidiano); etc. Con una ética que pasa por el ejercicio de la prudencia, la virtud y el placer (y no sólo -ni principalmente- por este último), se alcanza una vida plena, lograda, feliz.
La sociedad civil, pese a sus dificultades e imperfecciones, puede ser un lugar de construcción ética en la sociedad actual, entendiendo esto como la construcción de una sociedad más dialogante, solidaria, justa y con capacidad para determinar, de manera real, el curso de las políticas estatales.
La misma sociedad civil, sus instituciones y organizaciones, puede ser escuela de espíritu cívico y solidaridad. Las mismas organizaciones de la sociedad civil -familia, amistad, iglesias, juntas vecinales, etc.- pueden ser la mejor escuela donde aprender el núcleo de la solidaridad y la capacidad de trabajar por objetivos colectivos. Estos grupos de pertenencia tienen la virtud de incentivar o desincentivar, mediante recompensas afectivas y morales o a través del desagrado o la reprobación, ciertos tipos de comportamiento. Hay una educación afectiva a través de la praxis. ¿Es posible una regenaración humanizadora de la sociedad y de la política?