Las cuatro barras rojas sobre fondo dorado aparecen por primera vez en Valencia el en 1238 en la torre de Ali-Bufat y fue enarbolada por los musulmanes en señal de rendición, copiando el estandarte real que vieron en la batalla del Puig, meses antes, en donde fue herido el Rey D. Jaime. Al ser el estandarte del reino, no lo era de la ciudad ni de los territorios conquistados pues aún no habían sido conformados como "Reino de Valencia".
La Senyera tricolor llega a Valencia en 1348 cuando Pedro IV concede a Burriana, por su fidelidad contra los nobles aragoneses levantiscos, que añada, en la parte junto al asta de su estandarte, el azul. En 1449 ante el deterioro de la antigua senyera, esta se substituya por una nueva senyera similar pero con corona.
Durante el siglo XIX, coincidiendo con el auge económico de la Ciudad de Valencia la senyera coronada se populariza desde Burriana hasta Denia, hasta que poco antes del siglo XX, el valencianismo político la reivindicó como símbolo del País Valenciano, no sólo de la Ciudad de Valencia.
Durante la Guerra Civil la senyera tricolor se popularizó en la propaganda militar del bando republicano. Durante la dictadura de Franco, el uso de ambos símbolos fue tutelado, de manera que se utilizaban de forma muy restringida como residuos folclóricos.
Pocos conocen que la Batalla de Almansa también tuvo como consecuencia una significativa represión simbólica: la Senyera Valenciana fue guardada en un arcón. Los vencedores, abanderados de la centralización castellana, la consideraban un símbolo de las libertades nacionales valencianas que debían ser olvidadas para siempre. Pero no lo consiguieron. La Senyera estaba bien arraigada entre los valencianos desde que nació en 1377, por privilegio del rey Pedro el Ceremonioso.
A pesar de la represión borbónica, los valencianos mantuvieron viva la memoria de la Senyera durante el siglo XVIII hasta que Vicent Boix, el gran precursor de la Renaixença, la rescató definitivamente. La Senyera fue protagonista principal de los orígenes del nacionalismo valenciano a principios del siglo XX, de las manifestaciones pro Estatuto de los años 30 y en la posterior Guerra Civil, como símbolo asociado al republicanismo. En los primeros años del franquismo, la Senyera no fue tolerada pero el cariño popular hizo que fuera tímidamente reestablecido su uso, lejos del protagonismo político que había tenido y que recuperaría en la transición.
La historia de la Senyera es también la historia de la identidad valenciana. Y la vitalidad del símbolo es la medida de la vitalidad identitaria del pueblo. La Senyera, 636 años después de su nacimiento, tiene pendiente su gran reto: volver a ser símbolo de libertad y encabezar la supervivencia de los valencianos en un mundo globalizado y cada vez más homogeneizado.