El ciclo de Pintura Universal del s. XIX y XX arranca de manera cronológica y lo hace con una obra maestra como La familia de Carlos IV (1801) de Francisco de Goya en el Museo del Prado de Madrid. Desaparece la pintura religiosa y llega con fuerza el paisaje y el retrato, desaparece la mitología, el panorama pictórico está cambiando. Aparecen obras extraodinariamente conocidas y de una gran calidad artística, hay mucha variedad temática.
La segunda obra que muestra es la una de Jacques-Louis David, el más importante pintor francés de esta época, un magnífico retratista, que cambió por completo la tipología utilizada hasta el momento y presenta una obra muy importante como fue Napoleón cruzando los Alpes. Napoleón, consciente de la relación que une a la historia y la pintura, incorporó a Jean-Louis David a su corte para que le sirviera como su retratista, y usarlo así como elemento propagandístico; exagerando el heroísmo del personaje, pintó este cuadro y La coronación de Napoleón, que está en el Museo del Louvre. El cuadro es un gran retrato con contenido histórico y está en el museo más importante de Viena.
En esta época también tiene importancia el paisaje, un género que aparece a finales del Renacimiento y tiene importancia en el Barroco y que en España aparece más tarde. La tercera obra es la de un pintor inglés, John Constable, que es paisajista es la obra El valle de Dedham (1802) y está en el el Victoria and Albert Museum de Londres. Aunque al principio de su carrera también pintó retratos y algunos cuadros religiosos. En 1809 nos dejó un gran retrato de un niño, lo que viene a indicar que en el s. XIX el retrato tiene gran importancia.
La pintura está cambiando completamente en todo momento y una buena muestra es la obra de Johann Heinrich Füssli con la obra La Pesadilla, un óleo sobre lienzo que está en en el Institute of Arts de Detroit. Con esta obra se inicia una corriente pictorica muy importante como es el Romanticimismo y que alcanzó su esplendor a mediados del s. XIX.
En 1805 nos llega La Escalera de Jacob, una obra del pintor inglés William Blake que representa un fragmento del Antiguo Testamento. Está hecha a lápiz, tinta y acuarela y se expone en el British Museum de Londres. Una obra que se incluye en el Romanticismo, lo importante es el marcado caracter onírimco, muy atrevida por su juego de colores. Pero no es de caracter religioso.
Se recoge también una obra de James Turner, el pintor que conquistó Inglaterra con unas obras que cautivaron y desconcertaron a sus contemporáneos con su manejo de la luz y la irreverencia de sus paisajes. La obra Batalla de Trafalgar (1806) es un óleo sobre tabla, y es un gran ejemplo de lo gran paisajista que fue, ya que fue especialista en marinas, pero también obras de tierra y bosques.
Otra pintura histórica es la del gran pintor francés Antoine Gros, que representa a Napoleón en la Batalla de Eylau (1807) y que está en el Museo de Toledo de Estados Unidos. Una obra que es un óleo sobre tela y escenifica la campaña de Rusia. Entre el 7 y el 8 de febrero de 1807 el 'pequeño corso' se enfrentó a las tropas de la Cuarta Coalición en la batalla de Eyleau. La contienda pasó a la historia por una gigantesca carga de caballería que evitó la derrota del Emperador.
Aunque pintada el mismo año, la siguiente obra poco tiene que ver con la anterior, La muerte de Viriato. Un monumental lienzo que ha sido considerado tradicionalmente como la obra maestra de José de Madrazo y la pintura más emblemática del Neoclasicismo español, exponiéndose en el Prado desde su apertura en 1819, en la llamada Galería de Artistas Contemporáneos. Por ello, adquirió desde entonces una enorme fama y reconocimiento en los ambientes artísticos oficiales del siglo XIX, así como en la historiografía del arte español hasta nuestros días.
En 1808 nos llega un bodegón espectacular por su color, por las sombras y por su gran definición. El autor es Francisco Lacoma y se llama Naturaleza Muerta y se encuentra en el Museo Nacional de Arte de Cataluña. Un pintor especializado en bodegones y floreros, su estilo es academicista sin dejar de recordar composiciones flamencas y holandesas del siglo XVII.
En 1809 nos llega el Princesa M. Kochubey de François Gérard que fue un pintor neoclásico francés. Un gran retratista que tiene un estilo neoclásico que emplea unas tonalidades delicadas. Además del retrato, trató asuntos mitológicos y pinturas históricas, cosechando un interesante éxito.
La Pintura Religiosa también tiene algunos ejemplos, pocos la verdad, en este arranque del s. XIX, pero el pintor valenciano Vicente López Portaña trae en 1809 La Coronación de la Virgen. Una pintura tardobarroca y neoclasica. Una pintura acadecimista que supone una revolución, ya que se da por muerto el barroco pero se recupera el modelo de la antigüedad griega, una nueva forma de pintar, el neoclasicismo. Esta obra está en el museo del romanticismo.
De este mismo autor también se recoje otra gran obra como es el Retrato de Fernando VII de 1815. En el cuadro se recoge a Fernando VII, con uniforme de capitán general, un óleo sobre lienzo y está representado de más de medio cuerpo. Se trata del mejor de los ejemplares conocidos del primer modelo de retrato oficial que Vicente López realizara para este monarca a lo largo de toda su carrera, en su calidad de primer pintor de cámara del rey.
El siguiente autor que se recoge es Theodore Gericault. Representa antes que ningún otro en territorio francés el Romanticismo. La obra Oficial de cazadores a la carga (1812), un óleo sobre lienzo. Géricault se dio a conocer con el tema de los caballos y de los asuntos militares, como esta pintura, gracias a la cual consiguió la medalla de oro en el Salón de París de 1812. Es considerada su primera gran obra. Empezó a pintar guiado por maestros como Vernet y Guérin. Pero desde que viaja a Italia y entra en contacto con la obra de Miguel Ángel se familiarizó con su obra: la fuerza contenida de los gestos de sus personajes y animales. También de él adquiere las proporciones de los cuerpos a las que añade gran tensión, dinamismo y fuerza contenida.
Ese mismo año Eugène Delacroix presenta La muerte de Sardanápalo, un cuadro de gran tamaño que se conserva en el Museo del Louvre. El color domina, la luminosidad es brillante. Delacroix utiliza preferentemente colores cálidos, en particular pigmentos castaños y rojos; de ellos surgen, poco a poco, colores más claros como el blanco de las telas, de la túnica o de la piel del caballo, y los amarillos y anaranjados de los cuerpos de las mujeres.
En 1813 y en 1814 llega la obra Los fusilamientos del tres de mayo es un cuadro del pintor español Francisco de Goya que se conserva en el Museo del Prado. La intención de Goya al elaborarlo fue plasmar la lucha del pueblo español contra la dominación francesa en el marco del levantamiento al inicio de la guerra de la Independencia española. Su pareja es La carga de los mamelucos. Ambos cuadros son de la misma época y corriente artística. Su técnica y cromatismos propios del Goya maduro.
En 1814 también tenemos La gran odalisca, un cuadro de Ingres. Obra orientalista al óleo de forma apaisada que se conserva en el Museo del Louvre. Fue encargado por Carolina, hermana de Napoleón y reina de Nápoles, como un pendant; esto es, cuadro que forma pareja con otro, en este caso, otro desnudo en posición frontal, ahora dado por perdido (La durmiente de Nápoles).
En 1814 llega también Leonidas en las Termópilas, una pintura al óleo sobre lienzo del artista francés Jacques-Louis David . El trabajo actualmente está en el Louvre. Una obra que le costó 15 años hacer. Leónidas, desnudo y armado con el uniforme espartano es el centro de atención. Sentado en una roca, está rodeado de soldados desnudos, muchos de los cuales se abrazan al olerse la muerte antes del combate por la libertad de su pueblo.
La siguiente obra analizada fue Lady Raglan (1816) de Thomas Lawrence, considerado como uno de los mejores retratistas ingleses de su generación. Es un retraso evanescente pero interesante, atencion a la vestimenta, a los tocados, todo con un fondo neutro que hace resaltar la figura de la retratada y, sobre todo, su rostro. Está en el Museo del Hermitage de San Petersburgo.
En 1816 recoge la obra de un pintor estadounidense como es Benjamin West, que tiene una obra extensa y de calidad, pero sobre todo ésta, Benjamin Franklin. Es pintura histórica, pintura al óleo y está en el Museo de Arte de Filadelfia. Un año después, en 1817 destaca una gran pintura de John Constable, El molino de Flatford 'Scene en un río navegable', un óleo sobre lienzo. En primer plano, el artista colocó una figura de un niño sentado en un caballo, atrayendo el ojo del espectador.
La siguiente obra es La balsa de la Medusa, una pintura al óleo realizada por el francés Théodore Géricault en 1819. La obra se convirtió en un icono del Romanticismo francés. Géricault no seleccionó una tragedia al azar como el tema de su primer trabajo importante, sino que eligió seleccionó deliberadamente un incidente muy conocido que pudiera generar un gran interés público y, al mismo tiempo, le ayudó a impulsar su carrera.
Uno de los grandes pintores del Romanticismo fue Caspar Friedrich. Un paisajista del romanticismo alemán del siglo XIX, generalmente considerado el artista alemán más importante de su generación. Es conocido por sus paisajes alegóricos de su periodo medio que muestra figuras contemplativas opuestas a cielos nocturnos, nieblas matinales, árboles estériles o ruinas góticas. La obra que se presentó fue Ruinas del monasterio de Eldena que es de 1821 y está en el Museo Pushkin.
En 1822 tenemos La Barca de Dante, una de las primeras pinturas del francés del Romanticismo Eugène Delacroix, y la que le dio a conocer. La pintura es un óleo sobre lienzo y en ella aparecen personajes del infierno de la obra La Divina Comedia de Dante. En la actualidad está expuesto en el Museo del Louvre.
En el tramo final de este primer cuarto del s.XIX recoge una de las pinturas negras de Francisco de Goya, quien se adelanta décadas y por eso se convierte en un referente de los Impresionistas y las Vanguardias y abrió nuevas líneas en la pintura. Esta Romería de San Isidro que es de 1824 supone una revolución en la pintura. Y se despidió con un obra Romántica, que vuelve a tener ese halo de misterio y que siempre busca una interpretación Hombres contemplando la luna de Friedrich.