La última sesión de los Diálogos sobre los Diálogos de Platón III versó sobre los libros IX y X de la República. De ellos se destacó la importancia del concepto de justicia para llegar a ser amigo de uno mismo, que es sinónimo de ser uno mismo. Aunque el alma sea más compleja que la ciudad, el paralelismo platónico entre el alma y la ciudad que articula la República se cierra en cierto modo al final del libro IX habiendo demostrado que el ser humano justo es más feliz que el injusto y es capaz de soportar sin afligirse los embates de la fortuna. El injusto, de hecho, si fuese plenamente injusto, dejaría de ser en tanto que la justicia es condición de posibilidad de la convivencia de uno consigo mismo tanto como con los demás.
Del libro X, tras la disputa entre la filosofía y la poesía a propósito de qué tiene sentido decir en la ciudad de palabras y en la polis, se insistió en el mito de Er que cierra la República y representa una de las primeras articulaciones de la idea de la inmortalidad del alma y su juicio en el más allá, centrándose la discusión en que ante el juicio en el más allá lo capital es lo que uno haga en esta vida y en que algunos conceptos capitales de la ética de la Modernidad no son menos mitológicos que los antiguos mitos platónicos, aunque puedan ser, paradójicamente, más ingenuos que aquellos. Ante este peligro, los Diálogos terminaron con la intención y la promesa de seguir leyendo a los clásicos, entre las originalidades de los cuales Platón causa estragos. Si cultivamos lo que pueden decirnos, seremos felices.