La segunda sesión del curso de Introducción a la Filosofía organizado por la Escuela de Filosofía del Ateneo Mercantil de Valencia, a cargo de Antonio Lastra, ha empezado retomando el concepto filosófico fundamental sobre el que versó la primera sesión (aporein) para poner en cuestión el oficio de profesor de filosofía: ¿tiene sentido que la ciudad pague al filósofo por su actividad?
Durante la sesión el debate ha dirigido hacia uno de los problemas platónicos por excelencia, que es la relación entre el filósofo y la ciudad. Una de las caras del asunto es la cuestión de la sofistería: ¿sabían los sofistas lo que hay que saber pero hacían un uso perverso de ello? Otra de las caras es la contrarréplica de Sócrates a la primera sentencia de la ciudad: lo que dice Sócrates que cree merecer en lugar de la pena de muerte es un sueldo, pero no podemos estar seguros, como señala Eva Brann, de que Sócrates y los atenienses estén hablando de la misma ciudad.
Tras hacerse cargo de la figura del profesor de filosofía como enamorado del bien, Lastra ha abordado la pregunta que daba nombre a esta segunda sesión: ¿tiene historia la filosofía? A partir de un texto de Nietzsche, ha propuesto que la historia es lo que constituye tradiciones y, en este sentido, representa a la ciudad. El filósofo se dedica a la eternidad, que es un ámbito previo o posterior o superior. La filosofía “deshistoriza”.
“Superior” es uno de los dos elementos de la noción de “leyes superiores”, que es la expresión que se trajo a colación para poner en cuestión los principios de las leyes de la ciudad: ¿pueden ser superiores otras leyes que aquellas con las que trata el filósofo? ¿Qué leyes son esas? En la misma dirección, nos encontramos con la pregunta que guiará la siguiente sesión, que tendrá lugar el 19 de diciembre: ¿son ateos los filósofos?