"Desencantamiento del mundo" es una expresión que acuña Max Weber para referirse al que quizá sea el fenómeno estructural de la modernidad: al perder o abandonar la idea que aportaba un origen constituyente, el mundo resultante queda desencantado. Este proceso de desacralización es el reverso antropológico de la asunción de la política como institución que puede hacerse cargo de toda la realidad.
El núcleo de la cuestión quizá sea que la tendencia fundamental de la política (como la de la teología) es la de cerrarse sobre sí misma. La centralización de los Antiguos, lejos de obedecer a supersticiones o fetichismos de ningún tipo, responde al intento de tratar de vivir en común sin abandonar el intento de tratar de conocernos a nosotros mismos que, en el ámbito político, se convierte en la resistencia genuina al poder absoluto.